Como es natural, en España se ha armado la de Dios es Cristo. Lo mismo el PP de Cádiz que el PSOE de Galicia se han ensañado con el comisario. Y hasta se ha constituido una suerte de frente común en el que participan los gobiernos de España, el País Vasco, Asturias y Galicia —se supone que cada cual a su nivel— y cuyo fin es convencer a Almunia de que deponga su actitud. Pero el comisario, de momento, no se arredra. Y recuerda que se debe a Bruselas, a los intereses de la Unión, y no a los de España. Del mismo modo que un catalán, un vasco, un gallego, un asturiano o un andaluz que ocupara un cargo en el Gobierno de España se debería antes a los intereses generales del país que a los particulares de su Comunidad natal. Por eso el comportamiento de Almunia es ejemplar. Porque antepone su condición de europeo a la de español. ¿O acaso los españoles no somos europeos?
En un país como el nuestro, tan dado a patriotismos grandes y pequeños, resulta de todo punto ejemplar la actitud del socialista Joaquín Almunia. Almunia es desde 2010 vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de la Competencia. Con anterioridad, había sido comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, cargo al que accedió en 2004, tras renunciar al acta de diputado en Cortes por Madrid. Lleva, pues, cerca de una década en Bruselas, rigiendo, con mayor o menor acierto, los destinos de los ciudadanos de la Unión, entre los que se encuentran, ay, los españoles. Y ahora le ha tocado bailar con la más fea, dado que la decisión que ha tomado y que deberá ser ratificada el 17 de julio por la Comisión Europea afecta de lleno a sus compatriotas y, en concreto, a las Comunidades Autónomas que disponen de un sector naval. En síntesis: según Almunia, España deberá devolver el 95% de las ayudas recibidas mediante tax lease, el sistema de arrendamiento financiero al que recurrían hasta hace dos años los astilleros, toda vez que esas ayudas —cuyo montante es de 2.800 millones de euros— no fueron notificadas en su momento a la Comisión Europea por los gobiernos de Aznar y Rodríguez Zapatero, lo que suponía una violación del marco legal fijado por la UE.
Como es natural, en España se ha armado la de Dios es Cristo. Lo mismo el PP de Cádiz que el PSOE de Galicia se han ensañado con el comisario. Y hasta se ha constituido una suerte de frente común en el que participan los gobiernos de España, el País Vasco, Asturias y Galicia —se supone que cada cual a su nivel— y cuyo fin es convencer a Almunia de que deponga su actitud. Pero el comisario, de momento, no se arredra. Y recuerda que se debe a Bruselas, a los intereses de la Unión, y no a los de España. Del mismo modo que un catalán, un vasco, un gallego, un asturiano o un andaluz que ocupara un cargo en el Gobierno de España se debería antes a los intereses generales del país que a los particulares de su Comunidad natal. Por eso el comportamiento de Almunia es ejemplar. Porque antepone su condición de europeo a la de español. ¿O acaso los españoles no somos europeos?
Como es natural, en España se ha armado la de Dios es Cristo. Lo mismo el PP de Cádiz que el PSOE de Galicia se han ensañado con el comisario. Y hasta se ha constituido una suerte de frente común en el que participan los gobiernos de España, el País Vasco, Asturias y Galicia —se supone que cada cual a su nivel— y cuyo fin es convencer a Almunia de que deponga su actitud. Pero el comisario, de momento, no se arredra. Y recuerda que se debe a Bruselas, a los intereses de la Unión, y no a los de España. Del mismo modo que un catalán, un vasco, un gallego, un asturiano o un andaluz que ocupara un cargo en el Gobierno de España se debería antes a los intereses generales del país que a los particulares de su Comunidad natal. Por eso el comportamiento de Almunia es ejemplar. Porque antepone su condición de europeo a la de español. ¿O acaso los españoles no somos europeos?