(ABC, 27 de julio de 2013)
Antes la federación barcelonesa del PSC era mucha federación. Pregúntenselo, si no, a los Maragall. Cuando el mayor era alcalde de Barcelona y el menor, hermanísimo entre bastidores, no hubo comicios municipales en los que el aparato local del partido no acabara imponiendo en las listas unos cuantos nombres de elección segura. A pesar de los Maragall, claro, que no los querían ni regalados. Eran los tiempos en que la federación estaba presidida por Joan Ferran, capitán entre capitanes. Con todo, el conflicto no iba más allá de los asuntos de colocación. Esto es, la elaboración de las listas y los órganos rectores de la federación. En todo lo demás mandaban los hermanos. Para entendernos, hubiera resultado inconcebible que en el grupo municipal unos votaran blanco y otros negro. Y no digamos ya que el disidente fuera el propio cabeza de lista. Ahora las cosas han cambiado. Ahora es posible que el líder del grupo municipal socialista vote en contra de lo que votan sus compañeros de escaño, o que se ausente de la votación, como el pasado miércoles, para no verse en el aprieto de tener que oponerse con su voto a lo que le dicta, según asegura, su conciencia. Es verdad que esa disparidad se da tan sólo cuando lo que se vota es algo relacionado con el mantra del derecho a decidir. Pero se da, y constituye a estas alturas un ejemplo más de la vorágine en la que va hundiéndose, día a día, lo que queda del PSC. Por lo demás, en eso Jordi Martí, el actual líder del grupo municipal socialista, no hace sino seguir el camino trazado por sus mentores: el consejero de Cultura, Ferran Mascarell, a cuyas órdenes trabajó en el Instituto de Cultura, y el exdirector del CCCB e intelectual orgánico del maragallismo, Josep Ramoneda, para quien Martí realizó labores gerenciales en el propio CCCB. Lo que evidencia, por cierto, en qué ha parado la antaño moderna y cosmopolita cultura de izquierdas catalana, llamada a salvarnos del rancio y provinciano nacionalismo convergente: en un apéndice de este último. Y ni siquiera del primigenio, que aún conservaba algún decoro, sino de su grotesca y alucinada derivación.
(ABC, 27 de julio de 2013)
(ABC, 27 de julio de 2013)