(Ricardo León, "Aspectos de Alemania", El Imparcial, 24-9-1916)
Leo que la Generalitat trasladará este año la conmemoración del 11 de Septiembre al barrio de la Ribera. Así pues, lo que hasta ahora venía celebrándose religiosa e institucionalmente en el recinto de la Ciudadela, donde mora el Parlamento de Cataluña, va a celebrarse, en este 2014 de nuestros horrores, en la calle. Un gran avance. Y leo también que entre los actos previstos figura un concierto alusivo a la defensa de la Barcelona en 1714, en el que 300 violoncelistas interpretarán el papel de los heroicos trabucaires defensores de la plaza. Otro gran avance, sin duda. Lástima que esa evocación histórica en cuyos fastos tanto dinero público se lleva derrochado carezca de lo esencial, esto es, del enemigo. Si Gila estuviera aún entre nosotros, su famoso «¿Está el enemigo? Que se ponga» se quedaría sin respuesta. Son los embelesos de la ficción. O, si lo prefieren, de las recreaciones históricas acomodadizas. En cambio, la historia real, la de verdad, la que está en la mente de muchos catalanes y en los libros que no editan ni la Generalitat ni el Instituto de Nueva Historia, no deja de aflorar en los últimos tiempos en las declaraciones de algunos representantes del nacionalismo gobernante. El caso más notorio es el del consejero Vila. Esta semana reconocía el papel arbitral del Tribunal Constitucional y advertía de que «la alternativa a no respetar la ley es la inseguridad y la incertidumbre». Benditas palabras. Lástima que no las oyéramos antes, a finales de junio de 2010 por ejemplo, cuando se hizo pública la sentencia del Alto Tribunal sobre el Estatuto de 2006. Lo que nos habríamos ahorrado. Pero, en fin, bienvenidas sean. Porque demuestran, esas sí, un conocimiento de la historia. No la de 1714; una más reciente, la de 1934. El desacato por parte de la Generalitat a una sentencia del entonces llamado Tribunal de Garantías Constitucionales de la Segunda República trajo lo que trajo. Que un consejero del Gobierno de Mas, aun siendo soberanista confeso, lo tenga presente, no diré que consuele, pero sí que reduce hasta cierto punto el grado de preocupación que pueda sentir en España tanta gente de bien.

(ABC, 30 de agosto de 2014)

Evocaciones históricas

    30 de agosto de 2014


(Mariano de Cavia, "Casos de ineducación", El Imparcial, 11-10-1916)
Hace cerca de siete años escribí en este periódico una Tercera en la que abogaba por la fusión entre Ciutadans-Partido de la Ciudadanía y lo que entonces todavía se llamaba Plataforma Pro y luego acabó denominándose Unión Progreso y Democracia. Mis razones eran simples. Por un lado, España necesitaba una tercera fuerza política de ámbito nacional capaz de alcanzar, llegado el caso, un pacto de gobierno con la formación tradicionalmente mayoritaria —PP o PSOE, a la sazón— para evitar que esa formación tuviera que apoyarse, como venía siendo habitual hasta entonces, en el báculo del nacionalismo. Por otro, tanto C’s como la futura UPyD eran partidos nuevos, de ámbito nacional, beligerantes con el nacionalismo y plenamente coincidentes en los principios programáticos. Eran uno y lo mismo, vaya.

Han pasado, pues, siete años y, por desgracia, ahí seguimos. No sólo mi artículo cayó entonces en saco roto, sino que esta ha sido también la suerte de cuantos se han escrito en este periodo en un sentido parecido. Con la particularidad de que el rechazo ha procedido siempre del mismo sector: de la cúpula de UPyD, contraviniendo, según revelan los sondeos, la voluntad de la mayoría de sus militantes. Y con la particularidad, sobra añadirlo, de que la amenaza del nacionalismo en España, unida a la crisis de credibilidad de los partidos políticos tradicionales, ha convertido esa fusión —o coalición, o acuerdo, o colaboración, qué mas da— en algo absolutamente perentorio. Así lo ha reconocido esta semana el cabeza de lista de UPyD en Europa, Francisco Sosa Wagner, hasta el punto de reclamar a la líder de su partido un cambio de estrategia. Pero en vano. Tanto ella como sus lugartenientes —entre los que ha despuntado, por su bajeza, una especie de Margarita Nelken rediviva— se niegan a abordar siquiera la cuestión. Como si el futuro de este país no fuera con ellos. Como si no importaran para nada los resultados electorales y lo único digno de ser valorado fuera el culto al aparato del partido y el acatamiento acrítico de cualquier decisión emanada de sus órganos directivos. ¡Y dicen que aspiran a renovar la política!

(ABC, 23 de agosto de 2014)

De la perentoria unidad

    23 de agosto de 2014
Hace algo más de un siglo, un trotamundos belga llamado Jules Leclercq viajó hasta Mallorca. Ll e gó al puerto de Palma procedente de Barcelona y, nada más pisar tierra, constató —estábamos en agosto— que aquello ya no era Europa sino África, «con sus tipos morunos y su cielo azul, con su sol implacable y su calor pesado y húmedo». Al término de su viaje, hallándose en la terraza de la ermita de San Salvador de Felanitx, desde la que se alcanza a divisar la isla entera —e incluso Cabrera y la mismísima Menorca, en días límpidos y afortunados—, no pudo por menos de convenir con George Sand en que acababa de conocer uno de los países más bellos e ignorados de la tierra.

Hoy, por supuesto, este país ha dejado de ser uno de los más ignorados de la tierra. Pero sigue siendo africano —por lo menos en lo que al clima se refiere— y, sobra decirlo, de una belleza sin igual. Aunque acaso esto último no sobre decirlo. Y es que el turismo, ese maná que ha convertido una tierra eminentemente pobre y desconocida en una de las más prósperas y visitadas de España, ha arrojado también sobre la mayor de las Baleares el estigma de la «balearización»; a saber, la sobreexplotación del litoral, el urbanismo salvaje y la destrucción del medio ambiente, todo en uno. Y la palabra «estigma» resulta aquí de lo más apropiada por cuanto esa mala fama es profundamente injusta. Baste indicar que la parte de costa dedicada al negocio turístico constituye apenas la quinta parte del litoral mallorquín. O que, en comparación con la costa catalana, donde no queda ni un palmo de tierra virgen, lo de Mallorca se acerca sin duda al paraíso del que hablara hace ya un montón de décadas Gertrude Stein.

Pero Mallorca también es víctima de otro cotejo: el que la confronta a Menorca. Se trata, de nuevo, de una injusticia. Por más que la menor de las Baleares posea un encanto cierto, por más que allí todo sea orden y belleza, como diría el poeta, no aguanta la comparación con la mayor. Puede que la culpa la tenga esa tramontana que en Menorca todo lo arrasa y que en Mallorca —lo destacó Valentí Puig— queda en gran parte frenada por la sierra homónima, esa joya de la naturaleza. O que haya que buscarla simplemente en la magnitud.

Así, Mallorcaesa Menorca l o que unos grandes almacenes a un pequeño comercio. Pero unos grandes almacenes en los que la sección de delicatessen ocupara varias plantas y no se limitara a los productos alimenticios. En la que también hubiera, para entendernos, una frondosa costa brava y, a la vez, un inacabable litoral de playas arenosas; unos parajes agrestes aderezados con olivos milenarios y, a un tiempo, unas tierras llanas con toda clase de cultivos; una ciudad monumental y, en contraste, una ristra de pueblecillos de belén.

Un muestrario, en definitiva, difícil, si no imposible, de igualar.

(ABC, 16 de agosto de 2014)

Un muestrario sin igual

    18 de agosto de 2014


(José Pla, "Retorno sentimental de un catalán a Gerona", La Vanguardia Española, 10-2-1939)
A menos que residan en la zona o pasen allí sus vacaciones, dudo mucho de que estén al corriente de lo que sucede en estos momentos en la provincia de Gerona. No, no me refiero a los ya acostumbrados preparativos para la magna jornada patriótica del 11-S, con el flete, a cargo del erario público, de toda suerte de medios de transporte capaces de trasladar a grandes masas de ciudadanos hasta la capital, sino a algo mucho más trascendente, si cabe. Resulta que el Departamento de Agricultura de la Generalitat tiene previsto declarar dentro de nada el estado de emergencia cinegética en 180 de los 221 municipios de la provincia. ¿Emergencia cinegética? Sí, por culpa de los jabalíes, cuya multiplicación recuerda ya la de los panes y los peces y cuya presencia en playas, ciudades y montañas se ha convertido en algo habitual. Tanto es así que cualquier día nos encontramos en una de esas calitas de Cadaqués, donde al parecer abundan, con un rifirrafe entre la bañista Rahola y un ejemplar de puerco salvaje, macho o hembra, que ríete tú de los que la periodista suele mantener en las ondas y en las pantallas con Arcadi Espada, Nacho Martín o Albert Rivera. Pero, en fin, no adelantemos acontecimientos.

Por de pronto, lo que tenemos es un problema. Y antes incluso que la forma de solucionarlo, o acaso para dar con el remedio más eficaz, el delegado del Departamento en Gerona se ha apresurado a apuntar la causa principal de esa proliferación: el cruce de la raza autóctona de jabalí con el cerdo vietnamita. Si el propio —o la propia— tiene tres crías, el extraño —o la extraña— produce ocho. Vayan echando cuentas. Lo que no ha precisado el delegado es cómo han llegado los vietnamitas hasta Gerona, qué oscura mafia los ha traído. Eso, suponiendo que no haya intervenido el CNI. Porque, vamos a ver, si media Cataluña está ya convencida, según afirman sus medios, de que la culpa de que Jordi Pujol sea un evasor fiscal, amén de otras delicias, no es del propio Pujol sino del CNI por haber descubierto el pastel, ¿qué le impide creerse que lo de los jabalíes sea también cosa del diablo? Y, si no, al tiempo.

(ABC, 16 de agosto de 2014)

Los jabalíes y el CNI

    16 de agosto de 2014


(Rafael Cansinos Assens, "El niño en la literatura. Del mito a la realidad", La Libertad, 25-2-1931)
Dicen que Santi Vila, el actual consejero de Territorio y Sostenibilidad, es la gran esperanza blanca de CIU, el hombre destinado a tomar las riendas del partido cuando Artur Mas y su Guardia de Corps no sean más que un descompuesto y hediondo pecio político. Quienes así discurren suelen valorar la capacidad de diálogo del consejero —sus acuerdos con la ministra Ana Pastor, que han derivado incluso en amistad, son una muestra de ello— y su postura más bien moderada dentro del soberanismo —la que le llevó, por ejemplo, este jueves a reconocer que no tiene ningún sentido convocar una consulta y sacar las urnas a la calle si esta no cuenta con un respaldo legal, respaldo que sólo puede provenir de las instituciones del Estado—. Pero, más allá de ese perfil, Vila es un hombre partidario de la independencia de Cataluña y de preservar sus activos, entre los que debe contarse, a juzgar por sus propias palabras, el expresidente de la Generalitat y flamante evasor fiscal Jordi Pujol. Sólo así se alcanza a entender que declarase, contraviniendo incluso la opinión de Jordi Turull, portavoz de su grupo parlamentario, que «un expresidente no necesariamente se merece el escarnio del Parlament, donde todo el mundo dice lo primero que se le pasa por la cabeza en función de con qué pie se ha levantado». Es posible que Vila estuviera pensando en la sandalia del cupero Fernàndez. O en alguna intervención de los opositores Rivera y Sánchez Camacho. O vaya usted a saber en qué. Pero si los diputados del Parlamento de Cataluña actúan, a la hora de hablar, como tan bien describe el consejero, o sea, con absoluta irracionalidad, no existe razón ninguna para dudar de que, a la hora de votar, no hagan exactamente lo mismo. Y, en tal caso, uno se pregunta qué valor tiene todo lo que ese Parlamento ha legislado en los últimos años, empezando por ese Estatuto de Autonomía que el Congreso de los Diputados, primero, y el Tribunal Constitucional, después, dejaron hecho unos zorros y terminando por cuantas votaciones han tenido como epicentro el tan cacareado derecho a decidir.

(ABC, 9 de agosto de 2014)

La esperanza blanca de CIU

    9 de agosto de 2014


Esta página web permanecerá cerrada de lunes a viernes, desde el día de hoy hasta el 29 de agosto, por descanso del personal. Los sábados y domingos seguirá publicándose como si tal cosa. Feliz descanso a quien pueda con él.

    4 de agosto de 2014


(Ana María Martínez-Sagi, "Jeanette Mac-Donald, la célebre estrella cinematográfica, protagonista de 'El desfile del amor', habla para los lectores de CRÓNICA", Crónica, 14-5-1933)
La opinión publicada española —y cuando digo española, digo también catalana, por supuesto— se pregunta, no sin cierta ilusión o zozobra, según le vaya el viento, «¿y ahora, qué?». O sea, qué va a ocurrir en Cataluña —y cuando digo Cataluña, digo también España, por supuesto— después de la Gran Confesión. En el calendario hay dos fechas señaladas. El 9 de noviembre, claro, pero también el 11 de septiembre. La inmediatez de la segunda de las fechas y el hecho de que este día esté prevista en Barcelona una magna concentración popular favorable a la independencia la hacen doblemente interesante. En los dos últimos años la Diada se ha erigido en el banco de pruebas del soberanismo. Su principal argumento, en realidad. Aunque luego las cifras no hayan sido las presuntamente contadas por los encargados de hacerlo ni las febrilmente pregonadas por los voceros del régimen, no hay duda de que en ambas jornadas mucha gente salió a la calle, en especial el año pasado. Veremos cuánta sale ahora. Pero, como es lógico, la movilización no puede ser el único indicador del impacto de la Gran Confesión. Es más, dado que los manifestantes suelen coincidir con la parte más radicalizada del independentismo, hasta podría suceder que este año su número no menguara. Donde la inflexión tiene que percibirse por fuerza tarde o temprano es en ese sector más moderado del soberanismo, en el sector borreguil, para entendernos, en el que siempre ha votado a CIU ¬—o incluso al PSC de Maragall¬— y para el que Jordi Pujol era un referente sin mácula, Cataluña misma. Ese sector estaba ahí, a la cola, si quieren, pero presente, porque Pujol también lo estaba. Ausente Pujol, reprobado y hasta aborrecido, es de suponer que muchos de estos fieles se habrán sumido en una gran depresión. Y como son gente de orden, gente que considera casi un deber ejercer el voto, buscarán otras fuerzas políticas a las que apoyar. Viejas o nuevas. ¿O acaso no resulta sintomático que, después de unos días en los que parecía que se lo había tragado la tierra, haya regresado a la escena pública, con su caña de pescar en ristre, el incombustible y nada incorruptible Duran Lleida?

(ABC, 2 de agosto de 2014)

Después de la Gran Confesión

    2 de agosto de 2014