(ABC, 9 de agosto de 2014)
Dicen que Santi Vila, el actual consejero de Territorio y Sostenibilidad, es la gran esperanza blanca de CIU, el hombre destinado a tomar las riendas del partido cuando Artur Mas y su Guardia de Corps no sean más que un descompuesto y hediondo pecio político. Quienes así discurren suelen valorar la capacidad de diálogo del consejero —sus acuerdos con la ministra Ana Pastor, que han derivado incluso en amistad, son una muestra de ello— y su postura más bien moderada dentro del soberanismo —la que le llevó, por ejemplo, este jueves a reconocer que no tiene ningún sentido convocar una consulta y sacar las urnas a la calle si esta no cuenta con un respaldo legal, respaldo que sólo puede provenir de las instituciones del Estado—. Pero, más allá de ese perfil, Vila es un hombre partidario de la independencia de Cataluña y de preservar sus activos, entre los que debe contarse, a juzgar por sus propias palabras, el expresidente de la Generalitat y flamante evasor fiscal Jordi Pujol. Sólo así se alcanza a entender que declarase, contraviniendo incluso la opinión de Jordi Turull, portavoz de su grupo parlamentario, que «un expresidente no necesariamente se merece el escarnio del Parlament, donde todo el mundo dice lo primero que se le pasa por la cabeza en función de con qué pie se ha levantado». Es posible que Vila estuviera pensando en la sandalia del cupero Fernàndez. O en alguna intervención de los opositores Rivera y Sánchez Camacho. O vaya usted a saber en qué. Pero si los diputados del Parlamento de Cataluña actúan, a la hora de hablar, como tan bien describe el consejero, o sea, con absoluta irracionalidad, no existe razón ninguna para dudar de que, a la hora de votar, no hagan exactamente lo mismo. Y, en tal caso, uno se pregunta qué valor tiene todo lo que ese Parlamento ha legislado en los últimos años, empezando por ese Estatuto de Autonomía que el Congreso de los Diputados, primero, y el Tribunal Constitucional, después, dejaron hecho unos zorros y terminando por cuantas votaciones han tenido como epicentro el tan cacareado derecho a decidir.
(ABC, 9 de agosto de 2014)
(ABC, 9 de agosto de 2014)