(ABC, 30 de agosto de 2014)
Leo que la Generalitat trasladará este año la conmemoración del 11 de Septiembre al barrio de la Ribera. Así pues, lo que hasta ahora venía celebrándose religiosa e institucionalmente en el recinto de la Ciudadela, donde mora el Parlamento de Cataluña, va a celebrarse, en este 2014 de nuestros horrores, en la calle. Un gran avance. Y leo también que entre los actos previstos figura un concierto alusivo a la defensa de la Barcelona en 1714, en el que 300 violoncelistas interpretarán el papel de los heroicos trabucaires defensores de la plaza. Otro gran avance, sin duda. Lástima que esa evocación histórica en cuyos fastos tanto dinero público se lleva derrochado carezca de lo esencial, esto es, del enemigo. Si Gila estuviera aún entre nosotros, su famoso «¿Está el enemigo? Que se ponga» se quedaría sin respuesta. Son los embelesos de la ficción. O, si lo prefieren, de las recreaciones históricas acomodadizas. En cambio, la historia real, la de verdad, la que está en la mente de muchos catalanes y en los libros que no editan ni la Generalitat ni el Instituto de Nueva Historia, no deja de aflorar en los últimos tiempos en las declaraciones de algunos representantes del nacionalismo gobernante. El caso más notorio es el del consejero Vila. Esta semana reconocía el papel arbitral del Tribunal Constitucional y advertía de que «la alternativa a no respetar la ley es la inseguridad y la incertidumbre». Benditas palabras. Lástima que no las oyéramos antes, a finales de junio de 2010 por ejemplo, cuando se hizo pública la sentencia del Alto Tribunal sobre el Estatuto de 2006. Lo que nos habríamos ahorrado. Pero, en fin, bienvenidas sean. Porque demuestran, esas sí, un conocimiento de la historia. No la de 1714; una más reciente, la de 1934. El desacato por parte de la Generalitat a una sentencia del entonces llamado Tribunal de Garantías Constitucionales de la Segunda República trajo lo que trajo. Que un consejero del Gobierno de Mas, aun siendo soberanista confeso, lo tenga presente, no diré que consuele, pero sí que reduce hasta cierto punto el grado de preocupación que pueda sentir en España tanta gente de bien.
(ABC, 30 de agosto de 2014)
(ABC, 30 de agosto de 2014)