(ABC, 13 de julio de 2013)
Cuando vi la foto de Artur Mas y de su lugarteniente Felip Puig, sincorbatados, en la favela de Cantagalo, atendiendo a lo que deduje que serían las explicaciones de algún voluntario o parafuncionario local, no pude por menos de preguntarme qué diantre hacían esos dos en una favela. O sea, qué intereses puede tener el Gobierno de la Generalitat –pues se trataba de un viaje oficial, creo recordar– en semejante arrabal de Río de Janeiro. ¿Una inversión futura? Difícil, dado el contexto económico. ¿Un proyecto de cooperación de aquellos que al ínclito Josep-Lluís Carod-Rovira, en su época de vicepresidente catalán y ministro plenipotenciario, le permitían dar la vuelta al mundo llevando la buena nueva del bilingüismo –o sea, de la necesaria y justísima coexistencia de las lenguas nativas y de la imperial, así en la calle como en la escuela–, mientras negaba en Cataluña una cohabitación parecida entre las dos lenguas oficiales de la Comunidad? Tal vez. Pero, aun así, para lenguas nativas, mejor las del Amazonas, ¿no? Total, que me puse a buscar una explicación y, buscando buscando, di con la muy precisa crónica de Miguel Noguer en «El País» en la que se me informaba de que ni lo uno ni lo otro, de que Mas y Puig estaban donde estaban para apoyar con su presencia un proyecto social para jóvenes patrocinado por Gas Natural. Estupendo, claro, aunque el proyecto hubiera podido prescindir perfectamente de su visita. ¿Entonces? Pues el catalanismo. Es decir, el Barça. El presidente de la Generalitat regaló a los alumnos camisetas del club con el nombre de Neymar y segundas equipaciones con la señera. Y hasta les animó a gritar, después de explicarles el significado de la cuatribarrada, un «¡Visca Catalunya!», ante la estupefacción de los chavales. Pero eso no fue lo peor. Y es que, en su afán por demostrar que Cataluña posee estructuras de Estado, por lo que puede parangonarse, pongamos por caso, con un país como Brasil, les soltó a los reunidos: «Nosotros también tuvimos nuestras favelas». Sólo le faltó añadir –suponiendo que no lo hiciera–: «Pero la culpa fue de España».
(ABC, 13 de julio de 2013)
(ABC, 13 de julio de 2013)