Acaso la demostración más palpable del grado de irrealidad en que se mueve la clase política catalana –derechos de decidir aparte– sea esa «resolución sobre la lengua» aprobada el pasado viernes en el debate de política general del Parlamento autonómico con el voto de todas las formaciones representadas en la Cámara menos el Partido Popular y Ciutadans. Desde el propio reconocimiento de los «Países Catalanes como una realidad cultural, lingüística e histórica compartida entre sus diferentes territorios» hasta el requerimiento al Gobierno de Aragón para que «utilice criterios científicos a la hora de reglamentar la política lingüística», pasando por el «apoyo a todas las movilizaciones, pacíficas e unitarias que defienden el catalán como lengua vehicular en las Islas Baleares». En efecto, ¿qué significa «una realidad cultural, lingüística e histórica»? ¿A qué viene tanto adjetivo lubrificante cuando lo que en verdad se quiere decir es «proyecto político»? Además, ¿qué diantre comparte un catalán con un habitante del Carche, como no sea la ciudadanía española? ¿O uno de Ibiza con uno del noroeste de Cerdeña, como no sea Europa y la pesca? Y luego, ¿desde cuándo la política lingüística guarda relación con un criterio científico cualquiera? ¿Por qué no llaman a las cosas por su nombre? ¿Por qué no admiten que la planificación lingüística no es, en el fondo, sino una forma de ingeniería social, con todas sus consecuencias? Y en cuanto a esas movilizaciones baleáricas que defienden, en efecto, «el catalán como lengua vehicular», o sea, la inmersión lingüística –aunque sus convocantes se cuiden muy mucho de reconocerlo abiertamente–, ¿desde cuándo son «pacíficas e unitarias»? ¿Cómo puede ser pacífico e unitario lo que descansa en la coacción a los padres y docentes que están en desacuerdo con el paro y lo que apenas cuenta con la adhesión de un tercio de los enseñantes?

Aunque lo más grave no es eso. Lo más grave es que los diputados que han aprobado la mencionada resolución son tan necios que encima se creen sus propias mentiras.

De la Ciudadela al Carche

    30 de septiembre de 2013