El tiempo, sobra añadirlo, ha demostrado cuán equivocados estaban Y, aun así, aquel etiquetado primigenio, tan abierto, tan inclusivo, sigue moviendo a confusión. Este verano, sin ir más lejos, el politólogo de la Universitat de Girona Lluís Orriols –o sea, otro experto– se preguntaba lo mismo que aquellos con los que compartimos manteles ocho años atrás: Ciutadans, ¿es de derechas o de izquierdas? El hombre no podía comprender cómo un partido que, a su juicio, nació «para representar a una desatendida izquierda no nacionalista catalana» es votado, según las encuestas más solventes, por una importante porción de ciudadanos que no se consideran de izquierdas. Natural. Dejando a un lado su mala interpretación del texto original –un partido «identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales», como sostenía nuestro manifiesto, ¿tiene que ser necesariamente de izquierdas? ¿Una determinada derecha francesa, por ejemplo, no podría asociarse al entrecomillado?–, el imperativo taxonómico de su oficio le confundía y parecía sumirle en la perplejidad. Pero, detrás de su incomprensión, había algo más, privativo ya de su condición de catalán –y hasta diría, si se me permite, de catalán que ejerce en la Universitat de Girona–. Me refiero al marco de referencia.
Se ha afirmado en más de una ocasión que Ciutadans es un partido antisistema. Como el término suele asociarse al radicalismo y la violencia, hay quienes, dentro de la formación o en sus aledaños, se ofenden por ello. Se equivocan. No existe seguramente vocablo más justo para definir al partido. Ciutadans es hoy en día la única fuerza política de Cataluña con representación parlamentaria ajena al sistema de partidos catalán y opuesta a sus principios y mecanismos –lo que queda perfectamente reflejado, por cierto, en su no participación en los actos de la Diada–. O sea, la única que ocupa con pleno derecho el centro político. Y es que, por paradójico que resulte, ser hoy en día antisistema en Cataluña es situarse en el centro del tablero, aunque sólo sea porque el desplazamiento del resto de fuerzas hacia la radicalidad –o su indefinición, cuando no contradicción, ante ese desplazamiento– ha dejado abandonado ese espacio, caracterizado por la defensa de la democracia, la libertad y, en definitiva, el Estado de Derecho. Es decir, por el libre juego político dentro de la ley. No es de extrañar, pues, que en el seno de Ciutadans convivan tendencias que pueden parecer más progresistas o más conservadoras –o, por contentar a los expertos, más de izquierdas o más de derechas–. Ocurre así en todos los partidos eminentemente liberales. Ese tipo de partidos que –no estará de más recordarlo– tanto escasean en España.
(Crónica Global, 9 de septiembre de 2013)