Jamás lo tuve como profesor y siempre lo lamenté. No me quedó más remedio que conformarme con alguna conferencia suya a la que pude asistir y con la lectura de parte de su obra. Riquer era muchísimas cosas, pero era sobre todo un sabio, un impresionante «homme de lettres». Catalán y, por catalán, español. Su campo de estudio fue la Edad Media, y acaso por ello su prestigio internacional, incuestionable, no alcanzó mayores cotas. Si un catalán podía aspirar con todo merecimiento al Nobel de literatura, ese era él. Pero nunca gozó de las simpatías del régimen nacionalista —que sí promovió, por el contrario, a los Espriu, Martí i Pol, Porcel o Gimferrer, con el éxito de todos conocido—. Cuando la guerra, Riquer había luchado en el bando equivocado, y eso se paga.

No llegué a conocerle personalmente. Pero no hace mucho, a raíz de un proyecto de libro que no salió adelante porque no hubo editorial catalana que lo quisiera, conocí a su sombra, a esa sombra familiar que vela por su buen nombre. El libro que yo tramaba, una antología de textos escritos durante la guerra civil por catalanes contendientes en un bando y otro, requería, para su publicación, del permiso de los autores o de sus herederos. Entre los textos seleccionados, había unos cuantos publicados por Riquer en Destino, la revista que los Ignasi Agustí, Josep Vergés y demás catalanes adscritos a la España nacional crearon en Burgos en 1937 para servir a la causa por la que luchaban. Pues bien, cuando llegó la hora de los permisos, Riquer delegó en su hijo Borja, historiador experto en Cambó, militante histórico del PSUC y Bandera Roja, y defensor acérrimo, cómo no, de la política de la «memoria histórica». Y el hijo dijo que nones, que si estábamos locos, que esos textos no iban a reeditarse jamás. No fue esta la única razón por la que el proyecto no prosperó, pero sí una de las principales. Por suerte, esos artículos de Riquer en Destino pueden consultarse ya sin problema en la web de la Biblioteca de Catalunya. Yo mismo recogí hace poco un par de ellos en mi antología particular sobre el viejo periodismo. Por supuesto, nada hay en estos textos de qué arrepentirse. O, como mínimo, nada que no pueda ser también motivo de arrepentimiento en la gran mayoría de los escritos que vieron la luz durante la guerra a un lado y otro del frente. Pero ni por esas.

Suerte que la memoria del padre no depende de la del hijo.

Martí/Martín de Riquer

    18 de septiembre de 2013