El caso es que ahora el IEB, en cumplimiento de ese mandato protector de las modalidades lingüísticas insulares, ha dado por fin un paso adelante. Pequeño, pero paso, al cabo. Ha publicado un volumen, Les modalitats insulars, donde se recogen todas las soluciones características de Baleares que forman parte asimismo de lo que el Institut d’Estudis Catalans, la academia de la lengua catalana, reconoce como normativa. Nada revolucionario, pues. Mayormente cuando el IEB se limita en el libro a exponer lo que hay, sin otra consideración añadida. E incluso a puntualizar, siguiendo a la academia, en qué ámbitos y en qué registros puede usarse cada forma. Aun así, la obra ha sido recibida entre el gremio lingüístico con evidente recelo. Las trompetas acusando al IEB de fomentar «el secesionismo lingüístico» —esto es, la creencia de que el mallorquín, el menorquín o el ibicenco no son variantes dialectales del catalán, sino lenguas de pleno derecho— ya han empezado a sonar. Se trata, qué duda cabe, de una reacción preventiva. Pero ya ha surtido efecto. Y de qué modo.
Bàrbara Sagrera es licenciada en Filología Catalana y una de las autoras o colaboradoras de Les modalitats insulars. Así consta en los créditos de la obra, donde se le agradece «muy especialmente» su trabajo. Pues bien, ayer mismo, en un digital donde se daba cuenta de la presentación del libro, Sagrera dejó un comentario que no tiene desperdicio. Se trata de un verdadero acto de contrición. No es que Sagrera se desdiga de su papel en la elaboración de la obra; es que se arrepiente de haber caído en la trampa que le ha tendido, dice, la Administración y, en concreto, el partido político que rige en este momento los destinos de la Comunidad, contra cuyas «actuaciones (…) en materia lingüística» se declara comprometida. Y todo porque ha creído entender que «la publicación en cuestión se presenta como una aportación al secesionismo lingüístico». En síntesis: ella trabaja para la causa, pero no para esta.
Y es que esa «licenciada en Filología Catalana y profesora de catalán de profesión», hay que ponerse en su sitio, no intenta sino salvar el pellejo. Su trabajo, sus relaciones profesionales, sus amistades; su mundo, en una palabra, están en franco peligro si alguien la asocia con el actual Gobierno Balear o alguno de sus apéndices. Por eso, antes de que la obliguen a ello o aconsejada tal vez por algún correligionario, hace autocrítica. Públicamente, para que no quepan dudas sobre su retractación y así evitar el castigo y el desamparo. Como en las sectas. Que no otra cosa es, al cabo, el mundo del catalanismo balear.