Cuando faltaba apenas un día para que Homs y Sobrequés inauguraran su «España contra Cataluña» y PP, C’s y UPyD habían llevado ya el tema a la Fiscalía o estaban a punto de hacerlo, los demás partidos políticos catalanes fueron invitados a manifestarse sobre el asunto. Todos le pusieron algún pero, lo que permitió a un periódico titular con el «se queda sola» –CIU, por supuesto– de costumbre. Pero, de entre todos los peros puestos al simposio, acaso el más curioso fuera el de ERC. Nosotros lo hubiéramos titulado «El Estado español contra Cataluña» dijo el diputado Sabrià. O sea, no España, sino el Estado español. O sea, el Estado español contra Cataluña, alma y nación. O, si lo prefieren, el Estado contra la nación.

Sobra añadir que la enmienda de ERC era de lo más oportuna. Y consecuente. Al fin y al cabo, este ha sido siempre el discurso del antifranquismo catalán, es decir, de los progenitores de CIU, ERC, PSC e ICV: la Cataluña nación enfrentada al Estado. El ser anhelante e inconcluso, el alma en pena, pugnando por hallar un cuerpo en que encarnarse. Gaziel en estado puro. Plantear el simposio como lo había hecho el hooligan Sobrequés equivalía a ponerse en pie de igualdad. Nación contra nación, vaya, ya que no Estado contra Estado. Y España, para el nacionalismo catalán, no ha sido nunca una nación. Aquí no hay más nación que la catalana. Y la vasca y la gallega, si me apuran. Lo demás es Estado, o sea, cuerpo insensible, frío, mecánico –falto de alma, en definitiva–.

Así las cosas, a nadie debería extrañar que el Consejo Asesor para la Transición Nacional haya decidido titular «Las relaciones de cooperación entre Cataluña y el Estado español» su último informe. Es verdad que aquí se trata de cooperación y no de enfrentamiento. Pero lo importante, al cabo, no es eso. Lo importante es que todo vuelve a la normalidad. Como si preparan ya el terreno para volver a hablar de estructuras de nación.

Estado contra nación

    23 de diciembre de 2013