Sobra añadir que la enmienda de ERC era de lo más oportuna. Y consecuente. Al fin y al cabo, este ha sido siempre el discurso del antifranquismo catalán, es decir, de los progenitores de CIU, ERC, PSC e ICV: la Cataluña nación enfrentada al Estado. El ser anhelante e inconcluso, el alma en pena, pugnando por hallar un cuerpo en que encarnarse. Gaziel en estado puro. Plantear el simposio como lo había hecho el hooligan Sobrequés equivalía a ponerse en pie de igualdad. Nación contra nación, vaya, ya que no Estado contra Estado. Y España, para el nacionalismo catalán, no ha sido nunca una nación. Aquí no hay más nación que la catalana. Y la vasca y la gallega, si me apuran. Lo demás es Estado, o sea, cuerpo insensible, frío, mecánico –falto de alma, en definitiva–.
Así las cosas, a nadie debería extrañar que el Consejo Asesor para la Transición Nacional haya decidido titular «Las relaciones de cooperación entre Cataluña y el Estado español» su último informe. Es verdad que aquí se trata de cooperación y no de enfrentamiento. Pero lo importante, al cabo, no es eso. Lo importante es que todo vuelve a la normalidad. Como si preparan ya el terreno para volver a hablar de estructuras de nación.