A saber por qué Felipe González ha cambiado los trenes por los barcos. Según relata Àlex Gubern en el periódico, el expresidente del Gobierno aprovechó la presentación ayer en Barcelona de su último libro para avisar al respetable de lo que puede ocurrir con el llamado problema catalán si no hay diálogo o, lo que es lo mismo, si Rajoy no se aviene a hablar y, pues, a negociar. Nada nuevo, como se ve, en la doctrina oficial socialista. Lo nuevo, si acaso, es lo que destaca Gubern. El choque que se avecina, al decir de González, ya no es de trenes, como hasta ahora, sino de barcos. ¿Por qué ha cambiado el expresidente el rail por el agua? ¿Qué tiene un choque de barcos que no tenga uno de trenes? ¿Mayor espectacularidad? Lo dudo. ¿Mayor dramatismo? No necesariamente. ¿Mayor número de víctimas? Sólo si lo que choca son cruceros y la colisión es de órdago. ¿Entonces? Pues, más allá de una incontenible pasión por la mar, probablemente un simple prurito de no repetirse, de buscar un titular que llame la atención. Lo cual, sobra añadirlo, no está en modo alguno asegurado.