Imagínense, por un momento, que en no pocos ayuntamientos y en numerosos centros docentes catalanes apareciera, colgado del balcón principal o en un lugar cierto y visible de la fachada, un aparatoso lazo hecho con la bandera de la Comunidad de Madrid. Más allá de la sorpresa inicial, la Administración de la Generalitat debería decidir qué hacer con los colgantes; si dejarlos allí o si retirarlos atendiendo a que, aun tratándose de una enseña oficial, dicha oficialidad no afecta a Cataluña. Pues bien, no me cabe ninguna duda de que mandaría descolgarlos y, caso de hallar resistencia por parte de las corporaciones municipales o de los equipos directivos docentes, echaría mano de los Mossos para hacer cumplir la ley. Y si resultase que el marco legal, como pasa tantas veces, no hubiera previsto tal contingencia, seguro que el Gobierno catalán llevaría al Parlamento una propuesta que cubriera semejante laguna. Todo, antes que permitir la exhibición de una bandera que vaya usted a saber qué intenciones aviesas esconde.

Eso mismo acaba de hacer el Gobierno Balear: aprobar una ley de símbolos que castigará con multas de hasta 10.000 euros a todo aquel que coloque en edificios públicos un símbolo susceptible de tener connotaciones políticas. Que es, muy precisamente, lo que viene ocurriendo desde hace año y medio en determinados ayuntamientos y en muchísimos institutos y escuelas de las islas con la senyera y la camiseta verde de la llamada Asamblea de Docentes. Esa campaña, motivada por la pérdida de privilegios de quienes han convertido la lengua catalana en un instrumento al servicio de un proyecto anexionista —esto es, favorable a la anexión de las Baleares a una supuesta entidad política supracomunitaria denominada «Països Catalans»—, no sólo ha ensuciado bellísimas fachadas, sino que ha envilecido, todavía más si cabe, la función pública. Sí, ya sé que me dirán que en Cataluña ocurre tres cuartos de lo mismo con la colocación de los trapos estelados y no pasa nada. Pero Cataluña es Cataluña. Un país sin moral, sin ley, sin orden. En fin, sin otra moral, otra ley y otro orden que los del nacionalismo.

(ABC, 21 de diciembre de 2013)

Trapos y banderas

    21 de diciembre de 2013