Mayte Amorós es una periodista de El Mundo / El Día de Baleares. Hace unos días, Amorós destapó en su periódico un caso de extorsión. Un caso singular, por cuanto la beneficiada del saqueo no era una mafia cualquiera, ni siquiera una semejante a la creada en Mallorca por la hoy presidiaria Maria Antònia Munar, sino una parte del cuerpo docente. Un grupo de ciudadanos pusieron en marcha el pasado 1 de octubre de forma anónima una campaña de extorsión a los comercios baleares, consistente en pedir amablemente a sus dueños que entregaran el 1% de la recaudación mensual a la caja de resistencia de los huelguistas de la enseñanza. Y, ante la negativa de muchos de esos empresarios a ceder amablemente ese dinero para tan noble fin, esos ciudadanos se constituyeron en un autodenominado Sindicato de Precarios cuyo objetivo no es otro que alentar la denuncia —anónima, por supuesto— de esos establecimientos remisos a pagar el impuesto docente, para que los afiliados al propio sindicato dejen de consumir en ellos. Esa campaña fue hecha pública por contrainfo.cat, un portal administrado por un investigador de la Universitat de les Illes Balears (UIB) experto en movimientos alternativos y, por consiguiente, en toda clase de boicots y desobediencias. Pues bien, esa indecencia rayana en el delito y la naturaleza del portal donde se difundió fueron reveladas por la periodista Amorós, lo que le ha valido la ira de los de contrainfo.cat, que no han escatimado insultos ni ataques personales contra ella a través de las redes sociales. Contra el acoso sufrido por Amorós, se han pronunciado ya la Associació de Joves Periodistes (AJP), la Comisión Gestora de la Asociación de Periodistas de Baleares (APB) y la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); pero no así el Sindicat de Periodistes de les Illes Balears (SPIB), que, en una nota tan indecente como la propia indecencia objeto de denuncia periodística, ha recurrido a la manoseada equidistancia para escurrir el bulto. Ah, y para que no falte la píldora educativa, hasta ha propuesto la celebración de «una jornada de reflexión y autocrítica».

Ni sus homólogos catalanes —de los que, al igual que los docentes, toman prestado siempre el modelo— lo habrían hecho mejor.

La indecencia profesional

    17 de octubre de 2013