El 21 de mayo de 2008 la Fundación Alternativas presentó en Madrid el Informe sobre la democracia en España 2008. Habían pasado dos meses y medio desde las últimas elecciones generales y el informe, como es lógico, no podía sino tomar en consideración los resultados electorales. Ya el título mismo no dejaba lugar a dudas: “La estrategia de la crispación. Derrota, pero no fracaso”. Sobra decir que la responsabilidad de esa crispación, según los autores del trabajo, correspondía por entero al Partido Popular, cuya derrota en las urnas suponía, a su vez, la derrota de su estrategia; aunque no su fracaso, en la medida en que los efectos de esa política crispadora iban fatalmente a perdurar. Con todo, y acaso porque la Fundación Alternativas se preciaba de ser un islote independiente entre el conjunto de fundaciones adscritas por entonces al Partido Socialista Obrero Español u orbitando a su alrededor –para entendernos, algo así como el baluarte ideológico del felipismo en un universo dominado por el zapaterismo–, el informe incluía también un apartado dedicado a la autocrítica, esto es, a la crítica de la política gubernamental. En dos de los tres asuntos en los que más había incidido la “estrategia de la crispación”, a saber, el llamado “proceso de paz” y el debate territorial –el tercer asunto era el 11-M–, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero había “cometido errores de bulto”. Y, puestos a jerarquizar, donde más se habían dado esos errores era en el debate territorial. No se podía aislar a la derecha como se había hecho, sostenía el informe. No se podían reeditar pactos como el del Tinell. Sí, el “Pacto del Tinell para la exclusión del PP [había sido], por encima de cualquier otra consideración, un monumental error político”.

Error o no, ahí estaba. O, mejor dicho, ahí está. Y es que, por más que sus hacedores ya no gobiernen ni nada indique que en un futuro más o menos próximo puedan reeditar su Acuerdo para un Gobierno catalanista y de izquierdas –que ese es el nombre oficial del documento–, las secuelas de estos siete años de aplicación del llamado Pacto del Tinell no hay quien las borre. Y no me refiero solo a las que afectan al modelo territorial. También a otras muchas a las que la Fundación Alternativas ni siquiera presta atención en su informe, por cuanto no debe de ver en ellas motivo alguno de crispación ni, en consecuencia, de posible autocrítica; solo comprensión, generosidad, altruismo. Bondad, en una palabra...

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Cuadernos de pensamiento político, 40, octubre-diciembre 2013.

Bondades y maldades del buenismo

    22 de octubre de 2013