No tengo noticia de que en el Estado de Florida ninguna protesta haya paralizado la actividad académica en el Miami Dade College, pero lo cierto es que la profesora Carme Chacón no estaba ayer en su lugar de trabajo, sino en Madrid, y no precisamente en comisión de servicios. En fin, ella sabrá. En todo caso, lo que trajo a Chacón a la capital de España era, según parece, la oportunidad de presentar en un desayuno informativo a su correligionario Tomás Gómez. Es decir, la oportunidad de aprovechar semejante ocasión para seguir presentándose a sí misma o, si lo prefieren, para seguir postulándose como candidata a la secretaría general o a encabezar la lista del PSOE en las próximas elecciones generales. Los políticos como Chacón y Gómez, formados en las canteras de los partidos, se caracterizan por su instinto carroñero, y es evidente que si algo no falta en su propia casa, en lo que llevamos de legislatura, es carnaza. Aun así, no vaya a creer el lector que la exministra y excandidata a dirigir los destinos del socialismo patrio convirtió su intervención en una exhibición pública de sus anhelos. Algo hubo, es verdad, pero su parlamento fue, en general, de lo más ortodoxo. Apoyo a la línea oficial del partido, buenismo a raudales, puyas al enemigo y hasta el punto de autocrítica necesario —«todos hemos cometido errores, también nosotros»— para poder presumir de cien años de honestidad. Lástima que esa última afirmación fuera seguida de una coletilla tan cínica como infamante. En efecto, la profesora en pausa añadió que los socialistas, aunque hayan cometido errores, nunca han hecho del «enfrentamiento entre españoles» el eje de su política. Y eso lo afirmó una mujer que formó parte de un partido y de un gobierno que bendijeron el Pacto del Tinell y pusieron en marcha la llamada «ley de la memoria histórica», y cuyo máximo líder reconoció en vísperas electorales, ante un telepredicador amigo, que «la tensión» les convenía. Decididamente, si ese es el futuro que aguarda al centroizquierda español, aviados están los del centro, los de la derecha y, sobre todo, los de la propia izquierda.
(ABC, 26 de octubre de 2013)