Por supuesto, lo ocurrido no resulta nada edificante. Aun así, tiene una parte positiva. Imitació de l’home es uno de los mejores libros escritos en catalán en el último cuarto de siglo. Su destino, como el de las poquísimas obras que le acompañan en el mérito, ha sido hasta hoy el silencio. En la patria de Invictus no hay lugar para la excelencia. La misma Vanguardia no ha hablado de Imitació de l’home sino por boca del doctor Bueno y de qué manera. Y hasta se diría que la editorial La Magrana, perteneciente a RBA y especializada en la laudatio del nacionalismo reinante, lo ha publicado a regañadientes, sin creer en él, como si se lo quitara de encima. Lo único bueno de la piratería —sea la de Bueno o la de cualquier otro— es que reconoce implícitamente el valor del original. Ahora sólo falta que ese valor traspase fronteras. O, lo que es lo mismo, que el libro encuentre otra lengua de expresión y un mercado más amplio, y sobre todo más libre, en el que asentarse.
Hay piratas de tesis y piratas con tesis. Los primeros piratean las tesis doctorales de los demás, mientras que los segundos se dedican al pirateo siendo ya doctores —sin que quepa descartar, claro está, la conjunción de ambas categorías—. El personaje que aquí nos ocupa es de los segundos. Se trata, pues, de un doctor. Y lo que ha pirateado ese doctor es el ensayo de un escritor. O sea, el trabajo, las lecturas, la inteligencia, la obra de un escritor. Todo esto ha ocurrido en la dulce Cataluña, pàtria del meu cor. La víctima del hurto es el escritor Ferran Toutain, autor del ensayo Imitació de l’home (La Magrana). El doctor que ha perpetrado la fechoría responde al nombre de David Bueno, si bien el cuerpo del delito —un artículo en el suplemento «Estilos de vida» del diario La Vanguardia titulado, muy exactamente, «A nuestra imagen y semejanza»— iba firmado por Cervell de Sis, esto es, por un cerebro compuesto de seis lóbulos, uno de los cuales corresponde al propio Bueno y los cinco restantes a otros cuatro doctores y un licenciado. En suma: un biólogo, un neurocientífico, dos psiquiatras, un psicólogo y un neurólogo. Con razón el autor del libro se considera un caso único: no todo el mundo puede presumir de haber sido plagiado por cinco doctores y un licenciado —una firma es una firma, por más la redacción del artículo recayera, según propia confesión, en Bueno—.
Por supuesto, lo ocurrido no resulta nada edificante. Aun así, tiene una parte positiva. Imitació de l’home es uno de los mejores libros escritos en catalán en el último cuarto de siglo. Su destino, como el de las poquísimas obras que le acompañan en el mérito, ha sido hasta hoy el silencio. En la patria de Invictus no hay lugar para la excelencia. La misma Vanguardia no ha hablado de Imitació de l’home sino por boca del doctor Bueno y de qué manera. Y hasta se diría que la editorial La Magrana, perteneciente a RBA y especializada en la laudatio del nacionalismo reinante, lo ha publicado a regañadientes, sin creer en él, como si se lo quitara de encima. Lo único bueno de la piratería —sea la de Bueno o la de cualquier otro— es que reconoce implícitamente el valor del original. Ahora sólo falta que ese valor traspase fronteras. O, lo que es lo mismo, que el libro encuentre otra lengua de expresión y un mercado más amplio, y sobre todo más libre, en el que asentarse.
Por supuesto, lo ocurrido no resulta nada edificante. Aun así, tiene una parte positiva. Imitació de l’home es uno de los mejores libros escritos en catalán en el último cuarto de siglo. Su destino, como el de las poquísimas obras que le acompañan en el mérito, ha sido hasta hoy el silencio. En la patria de Invictus no hay lugar para la excelencia. La misma Vanguardia no ha hablado de Imitació de l’home sino por boca del doctor Bueno y de qué manera. Y hasta se diría que la editorial La Magrana, perteneciente a RBA y especializada en la laudatio del nacionalismo reinante, lo ha publicado a regañadientes, sin creer en él, como si se lo quitara de encima. Lo único bueno de la piratería —sea la de Bueno o la de cualquier otro— es que reconoce implícitamente el valor del original. Ahora sólo falta que ese valor traspase fronteras. O, lo que es lo mismo, que el libro encuentre otra lengua de expresión y un mercado más amplio, y sobre todo más libre, en el que asentarse.