Si Cataluña es esencialmente el Barça, nadie mejor que Joaquim Maria Puyal para encarnarla. El otro día le entrevistaron en TV3. Puyal es el único locutor del mundo que ha radiado de forma ininterrumpida durante más de 36 años los partidos oficiales de un club de fútbol. Este club, sobra decirlo, es el Barça. Y las transmisiones, también sobra decirlo, se han realizado en catalán. Había, pues, motivo. Tanto más cuanto que Puyal fue, hace ya un par de décadas, el periodista estrella de la televisión autonómica. Sus programas, lo mismo que sus locuciones radiofónicas, han tenido siempre el aura del predicador. Pero no al modo de Francisco de Assís, sino al de Vicente Ferrer. O sea, fustigando las malas costumbres y riñendo al infiel al tiempo que anunciaba la buena nueva. En la entrevista de TV3 la vis autoritaria se manifiesta casi desde el principio. Un poco como Jordi Pujol cuando se programaba una aparición en su pantalla amiga y el entrevistador de turno, aparte de ponerse a sus órdenes, se derretía de miedo y emoción. Pero, entre las muchas cosas que dijo el otro día Puyal, hay una especialmente relevante. Según él —aunque la frase fuera de otro, Puyal la corroboraba animoso—, «los enemigos de Cataluña, en Cataluña, manifiestan sus puntos de vista en catalán», de lo que se sigue que ni siquiera esos infieles «tienen el atrevimiento de hacerlo en castellano». Dejemos ahora a un lado la falsedad de semejante afirmación y quedémonos con lo sintomático. Apunten: enemigos, Cataluña, atrevimiento. Nunca se habrá exhibido con mayor impudicia las costuras de un régimen totalitario.