Antonio Muñoz Molina acaba de ser premiado con el Príncipe de Asturias de las Letras. Enhorabuena. Y más teniendo en cuenta que el premio llevaba quince años sin caer en España. Por lo demás, Muñoz Molina ha hablado para la prensa. Con propiedad, como suele hablar siempre. Y, entre lo mucho que ha dicho, destaca, a mi modo de ver, eso que Alfonso Armada ha destacado también en el titular de su pieza de hoy y que el texto recoge con estas palabras: «Necesitamos la ficción más que nunca. Es un acto de resistencia contra la realidad que nos imponen». Comprendo esta necesidad, cómo no. Y más en los tiempos que corren. Si uno puede desahogarse a base de ficción, ¿por qué va a privarse de ello? Lo que ya me resulta más difícil de entender es que la realidad sea algo impuesto, algo en lo que no tenemos, al parecer, ni Muñoz Molina ni yo ni ninguno de ustedes, arte ni parte. Si bien el contexto no lo explicita, supongo que el escritor jienense estará usando «realidad» en lugar de «crisis». Pero, aun así, me resulta extraña esa enajenación de toda responsabilidad —y, en particular, siendo como soy un lector asiduo de sus ensayos periodísticos—. Y lo que ya me resulta francamente incomprensible es que el desahogo, la escapatoria, la evasión, puedan disfrazarse de resistencia. No, la resistencia es otra cosa, mucho más ingrata, sin duda. Consiste en plantar cara a la realidad, y no digamos ya a la crisis si uno tiene la desgracia de padecerla. Lo demás es lo que en catalán llamamos fugir d’estudi y que lo mismo podría traducirse por «salirse por la tangente» que por «escurrir el bulto».