Decididamente, el nacionalismo catalán se agarra a cualquier cosa. Ahora le toca el turno a la liberalización del transporte ferroviario. La posibilidad de que los servicios de Cercanías de Cataluña dejen de estar gestionados por la RENFE y pasen a depender de la SNCF francesa ha provocado ya en los voceros del soberanismo los acostumbrados picores. Como si la invasión francesa sobre raíles fuera la antesala de la independencia. Como si Francia pudiera en algún momento echarles una mano en su «proceso». Pobrecitos. De Messi a Invictus y de Invictus a Neymar. Esas son sus coordenadas. De la historia que deberían saber, nada saben. Les bastaría con haber leído a Gaziel, que era catalanista y, aun así, culto e inteligente. Estas palabras, por ejemplo, escritas hace 80 años: «Francia y España, París y Madrid, el Estado francés y el Estado español, son absoluta, instintiva y naturalmente solidarios ante ese problema del nacionalismo catalán, ante esa amenaza dirigida casi por igual contra ambos, porque tarde o temprano ha de interesar a los dos. La francofilia política del nacionalismo es, por lo tanto, un absurdo y una puerilidad». Pero no hay nada que hacer. Ni leen, ni piensan. Sólo transpiran.