Ignoro lo que ha llevado al presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, a incluir en la presentación de la memoria de 2012 esa larga reflexión sobre Cataluña y sus destinos. Acaso sea el haber formado parte del Tribunal durante la interminable gestación de la sentencia por la interposición, por parte del Partido Popular, del recurso de inconstitucionalidad contra diversos preceptos del Estatuto de Autonomía catalán de 2006. O acaso sea el haber contribuido con su voto a salvar la práctica totalidad del texto aprobado en referéndum por algo más de un tercio de los electores catalanes. Sin que puedan descartarse tampoco las convicciones personales o las simpatías que siempre ha despertado en él la causa del catalanismo. Sea como sea, el hombre no entiende por qué el Estatuto, estando como está «completamente vivo» —dado que la sentencia fue «básicamente interpretativa» y «apenas declaró nulos algunos incisos»—, no se desarrolla «en sus propios términos» y parece «olvidado por algunos».

Pues es muy simple. El Estatuto sí se desarrolla. Y en sus propios términos. El problema es la interpretación. Mejor dicho, la doble interpretación. La que hacen, por un lado, los tribunales —del Supremo para abajo—, en aplicación justamente de la sentencia que el propio Sala contribuyó a alumbrar, y la que hace, por otro, el Gobierno de la Generalitat cada vez que esos tribunales le obligan a rectificar en algún asunto y, en particular, en cuantos tienen que ver con la lengua y los derechos lingüísticos de los ciudadanos. De momento, el tira y afloja se ha resuelto con la inacción. O sea, a favor del Gobierno catalán, que ha recurrido a toda suerte de triquiñuelas, más o menos subrepticias, para desobedecer la ley. Lo que no queda tan claro, en cambio, es de qué lado está Pascual Sala. Aunque la lógica indica que debería estar con la ley, sus palabras inducen a creer lo contrario, en especial cuando afirma que la implantación del castellano como lengua vehicular es compatible con la inmersión lingüística en catalán. A no ser, por supuesto, que lo suyo sea también un ejercicio de doble interpretación.

(ABC, 1 de junio de 2013)

La doble interpretación

    1 de junio de 2013