En los tiempos ya felizmente remotos de la posguerra española, a los periodistas se les conocía como los apóstoles «del pensamiento de la fe y de la Nación». Así los definía, sin ir más lejos, la propia ley de prensa de 1938, vigente en España hasta que Manuel Fraga promovió la suya en 1966. Ha llovido mucho desde entonces, pero no parece que la lluvia haya fertilizado por igual todo el territorio. En Cataluña, por ejemplo, los profesionales de la comunicación siguen actuando, en su gran mayoría, como si estuviéramos todavía en 1938, sólo que habiendo trocado aquella fe y aquella nación, tan españolas ambas, por una fe y una nación más alicortas, más gallináceas, pero indiscutiblemente catalanas. Tal vez por ello el ejercicio del apostolado continúa teniendo, como hace tres cuartos de siglo, su debido premio. Son los «Premis Nacionals de Comunicació», que concede el Gobierno de la Generalitat desde 1999. Los de este año han recaído en profesionales, empresas, entidades y asociaciones cuyo nexo fundamental, además de su probada fidelidad al «pensamiento de la fe y de la Nación», es haber recibido del propio Gobierno de Cataluña, en forma de subvención, una cantidad nada despreciable de dinero para su mantenimiento. En la lista de galardonados figura incluso —no vaya a salir alguien ahora con aquello de que el uso de la lengua vernácula es una condición «sine qua non» para que la Administración suelte la pasta y el premio— una merecidísima Mención de Honor al Grupo TeleTaxi, del inefable Justo Molinero, colaborador necesario en la construcción de la pequeña gran nación catalana desde los mismísimos tiempos de Jordi Pujol.
De ahí que no pueda sorprender en modo alguno el empeño del presidente Artur Mas en ensalzar, en su discurso, «la calidad democrática» de los medios y profesionales de la comunicación que le sirven. ¿O acaso no estamos en una democracia? Ni su insistencia en que lleven la buena nueva de esa Cataluña inmersa en un momento crucial de su historia a todos los rincones del planeta. ¿O acaso no son sus apóstoles? Además, como dicen en Cataluña, «qui paga, mana». ¿O no?
(ABC, 23 de noviembre de 2014)