Así pues, la rebelión alcanza al conjunto del territorio. Y, en principio, de forma equilibrada: un diputado por provincia. Pero sólo en principio, porque resulta evidente —basta repasar el número de votos adjudicado a cada uno de los parlamentarios— que la realidad es muy otra. El PSC sacó en las últimas elecciones autonómicas un total de 524.707 votos, lo que se concretó en 20 escaños. El valor medio de representación de un escaño socialista fue, por lo tanto, de 26.235 electores. Salta a la vista que sólo Elena superó el listón. Los otros tres quedaron a una distancia considerable, y en especial las diputadas por Gerona y por Tarragona, a las que separan cerca de 9.000 y 10.000 votos, respectivamente, de ese termino medio. Se me dirá, y con razón, que este es el sino de todos los candidatos integrados en las listas de las provincias menos pobladas, lo mismo en las elecciones catalanas que en todas las demás. Sin duda. Pero en Andalucía o en Castilla y León, pongamos por caso, no existe el nacionalismo. A lo sumo, hay un regionalismo bien entendido, o sea, nada separador. En Cataluña, en cambio, esa sobrerrepresentación de los ciudadanos de Gerona, Lérida o Tarragona a través de sus candidatos —e incluso, si me apuran, la de los propios ciudadanos de Vilanova i la Geltrú en las listas barcelonesas a través de la figura de su exalcalde, el diputado Elena— constituye, a un tiempo, una sobrerrepresentación del nacionalismo. Si la ley electoral fuera otra —una ley, por cierto, que el nacionalismo mayoritario, el de CIU y ERC, no ha querido nunca aprobar, et pour cause—, ese 20% de parlamentarios que desoye ahora las directrices de los órganos rectores del partido, empezando por las de su Consejo Nacional, habría quedado reducido, por ejemplo, a poco más de un 16%.
No pretendo, con semejante ejercicio contable, adentrarme en el terreno de la ciencia-ficción. Demasiado sé que debemos lidiar con lo que hay, nos guste o no y por injusto que nos parezca. Pero en unos tiempos en los que se nos insiste día y noche, desde los medios de comunicación públicos y privados catalanes, con el soniquete de que las decisiones de nuestro Parlamento autonómico son las decisiones de todos los ciudadanos en él representados, no creo que esté de más recordar que el voto de esos ciudadanos no tiene el mismo valor. Y que, mire usted por dónde, el de aquellos que profesan el nacionalismo vale más que el del resto.
(Crónica Global)