Sobra decir que semejante filiación de la noticia no permite despejar, por sí sola, todas las dudas sobre la autenticidad de las palabras de Tarradellas. Quien las reporta es, con toda seguridad, un representante de la Asociación de la Prensa valenciana presente en la Asamblea general celebrada en Barcelona. O sea, un periodista, lo que ya constituye una garantía. Pero hay otros elementos que apuntalan su veracidad. Por supuesto, el hecho mismo de que Tarradellas ofreciera el 18 de octubre de 1978 una recepción y una cena en el Palacio de la Generalitat a los asistentes a la Asamblea y que, según recogía al día siguiente La Vanguardia, mantuviera con ellos «una animada conversación». Pero también el contexto. El presidente catalán había aprovechado un encuentro con los periodistas en el aeropuerto del Prat —adonde había acudido para despedir a su homólogo balear, Jeroni Albertí, una vez terminada la visita oficial de este a Cataluña— para afirmar que no creía «en una política dels Països Catalans», lo cual no era más que una forma de desmentir que hubiera querido inmiscuirse en algún momento «en los asuntos internos de Valencia». De ahí que resulte harto probable que las declaraciones publicadas en la Hoja del Lunes valenciana y reproducidas al día siguiente por Abc hubieran sido pronunciadas aquel 18 de octubre de 1978 por Tarradellas.
Unas declaraciones, y de ahí su interés, que demuestran una vez más el apego del expresidente a la realidad, al sentido común. Escúchenlas un momento y pregúntense a continuación si estas mismas palabras podrían ser pronunciadas hoy en día no ya por un presidente de la Generalitat, sino por un político catalán cualquiera: «Yo no creo en lo que llaman países catalanes. No, eso no existe. Hay muchas regiones en España, y algunas, como Valencia, como Cataluña, como Baleares, incluso como Aragón, están más próximas, tanto en lo geográfico como en lo cultural, porque hasta tienen unas lenguas con un origen común, vienen del mismo tronco». Por supuesto que no podrían serlo. Cuando menos por un político que hubiera suscrito aquella resolución que el Parlamento de Cataluña aprobó a finales de septiembre de 2013 con el voto de todos los grupos de la Cámara excepto el PP y Ciutadans. Ni tampoco por uno cualquiera de los que conforman la oposición en Baleares y que siguen rasgándose las vestiduras porque el Parlamento autonómico del archipiélago determinó hace cosa de un mes, en respuesta a la decisión de la Cámara catalana y con los votos del mayoritario Partido Popular, que la entelequia pancatalanista no existía. Es lo que va de la realidad a la ficción. Y lo que explica que, tras más de 35 años de Estado de las Autonomías, España esté donde está.
(Crónica Global)