Núñez y Pujol. O, mejor dicho, los Núñez y Navarro y los Pujol i Ferrusola. Una historia paralela que empezó con un enfrentamiento entre los padres fundadores y puede acabar con ambas sagas entre rejas. El enfrentamiento ocurrió en 1978, cuando el constructor nacido en Baracaldo, criado en Barcelona y convertido en un tiempo récord en «rey de las esquinas barcelonesas» tuvo el descaro de opositar a una poltrona, la de presidente del FC Barcelona, que el dirigente nacionalista tenía ya reservada para un hombre de su confianza, Ferran Ariño, vinculado a Banca Catalana. Núñez ganó, y a Pujol no le quedó más remedio que despedirse de un instrumento de enorme influencia política y social. De hecho, hasta la llegada de Joan Laporta a la presidencia, en 2003, el nacionalismo no recuperó el control de ese club que, según dicen, es más que un club. Lo que no significa que no lo intentara. Pero Núñez salió airoso de todos los envites. Hasta el punto de que el pujolismo acabó conformándose con integrar en la directiva del Barça a Sixte Cambra, quien había sido su última baza electoral para tratar de desbancar al constructor.

En paralelo, como es natural, Núñez siguió comprando esquinas y prestigio, mientras Pujol, aparte de presidir la Generalitat, fue —ahora lo sabemos— comprando voluntades y defraudando al fisco y a sus conciudadanos. Y tanto congeniaron, que hasta hicieron algún negocio juntos. Pero lo más importante acaso, y lo que sin duda los une, fue la impunidad con que se manejaron. Ellos y sus respectivas familias. Porque, en el nombre del padre, todos los descendientes se han visto implicados, en un grado u otro, en casos de corrupción. Claro que en eso hay diferencias notorias, aunque sean de número. Así como en el caso de los Núñez y Navarro son dos, padre e hijo, en el de los Pujol i Ferrusola son nueve, padre, madre y siete hijos. De momento, los dos primeros están a punto de ingresar en la cárcel, con condena firme. Y en cuanto a los Pujol i Ferrusola, hoy mismo han detenido a uno de los hijos, Oleguer —luego ha sido puesto en libertad con cargos—, y no hay día en que alguno de ellos o el mismísimo padre no ocupe las portadas de los periódicos, y no para bien, precisamente.

Este es el legado de esos dos catalanes casi coetáneos. Uno se apoderó de las esquinas barcelonesas. Otro del nombre de Cataluña. Y la broma ha durado 40 años.



El esperpento catalán (3)

    23 de octubre de 2014