(ABC, 5 de octubre de 2014)
Yo los echaba en falta, la verdad. Si toda Cataluña está en la calle; si la entrega de periodistas y maestros a la causa independentista es absoluta; si en el mundo de la cultura no cabe ya ni una triste adherencia; si todo eso, dicen, es así, ¿dónde demonios se esconden los poetas, por qué no cantan? Afortunadamente, anteayer más de 250 ejemplares de esa especie tan preciada y querida en Cataluña, tan intricada en el nervio nacional, desde el pobre Aribau —por más que él lo ignorase— hasta el mismísimo Llach, pasando por los flameantes Ventura Gassol, Salvador Espriu i Miquel Martí i Pol, rompieron ese silencio. Sí, los poetas catalanes ya cantan, todos a una, como uno de esos orfeones de barrio que tantos domingos de gloria han dado a la tradición coral del país. Entre el cuarto de millar de patriotas que han suscrito ese «Manifiesto de los poetas catalanes por la independencia de Cataluña» hay mucha variedad, como es natural, si bien abundan los funcionarios o exfuncionarios, o sea, los erariopúblicodependientes. Nada nuevo, por otra parte, si se repara en que son poetas pero también catalanes. Y comoquiera que yo, en mis años mozos, pertenecí —perdonadme— al gremio de la lírica, se da el caso de que conozco a unos cuantos de los firmantes. En la lista figuran, por ejemplo, mis viejos amigos Carles Camps y Josep Maria Fulquet, a los que he leído y con placer. De ahí que no pueda siquiera imaginar que hayan tenido algo que ver con la redacción de un documento cuya prosa funcionarial, en la que chirría incluso algún solecismo, surge por fuerza de la ingesta de la normalización lingüística. Pero, claro, como suele ocurrir, a la estulticia estilística se le superpone la argumental. Y aquí sí que la presencia de mis viejos amigos en la nómina de rubricantes resulta para mí, además de incomprensible, de todo punto triste y lamentable. Alguien capaz de suscribir un texto que termina afirmando «Queremos ser un pueblo y vivir como un pueblo para decir realmente que somos un pueblo», es alguien que no sólo padece un aldeanismo febril, sino que muy probablemente no está ya en sus cabales.
(ABC, 5 de octubre de 2014)
(ABC, 5 de octubre de 2014)