Llevo días dándole vueltas a la dimisión de Pere Navarro y preguntándome por qué este socialista de Tarrasa ha tomado las de Villadiego, y nada, todo en vano. Por mucho batacazo electoral que hubieran representado para el PSC las europeas, el porcentaje de voto logrado era prácticamente idéntico al de las últimas autonómicas. Y ello a pesar de los amagos de escisión y de las tendencias más o menos disruptivas presentes en el socialismo catalán y a pesar, por supuesto, de la enorme presión ejercida por el nacionalismo ambiente desde todos los flancos sociales e institucionales imaginables. En otras palabras: los apoyos recibidos por el partido demostraban que la gestión de Navarro como primer secretario del PSC, si no buena, sí había sido, como mínimo, pasable, lo que, dadas las circunstancias, tenía su mérito. ¿Entonces? Parece que después del 25 de mayo el socialista de Tarrasa inició una ronda de contactos con pesos pesados del partido para analizar la situación y lo que recabó de esos próceres, lejos de motivarle, le sumió en el desánimo. Ignoro, claro, qué pudieron decirle los barones a su señor, pero dudo mucho que fuera algo nuevo y sustantivo. A no ser que le recordaran un hecho del pasado que, como todo lo pasado, ya no tenía remedio.

Y ha sido esta mañana, precisamente, al leer la información sobre las razones por las que la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Nuria Parlón, ha declinado postularse para suceder a Navarro, cuando he visto claro. Todo es culpa de una foto, de aquella foto. Jaume Collboni, el candidato a la alcaldía de Barcelona, lo comentaba hace unos días, y Parlón, al parecer, también ha aludido a ello. Aquella foto en la que Navarro, en vísperas del Día de la Constitución, aparecía brindando con Albert Rivera y Alicia Sánchez Camacho, en presencia de la delegada del Gobierno en Cataluña, ha acabado siendo su perdición. Para ese par de barones —y quién sabe si para otros con los que el socialista de Tarrasa ha cambiado impresiones— esa imagen fue un error. No se puede brindar por la Constitución cuando el nacionalismo ha decidido que ya no es cosa suya —suponiendo que lo haya sido alguna vez—. No se puede defender públicamente la ley cuando el nacionalismo ha resuelto saltársela. En Cataluña esa desafección se paga cara.

¿Y el PSC?, acaso se pregunten. ¿Qué va a ser de él? Pues poca cosa, me temo. Si es que no termina naufragando. Por de pronto, dicen que pondrá sus destinos en manos de quien fue fontanero de Narcís Serra y se ha convertido, con el tiempo, en una suerte de inspector de alcantarillas socialistas. No es mala idea. Sobre todo cuando en el PSC no paran de detectarse vías de agua.

Aquella foto

    16 de junio de 2014