Ese hombre se llama Jaume Sastre y es profesor de secundaria en un instituto de Llucmajor. Se trata, asimismo, de uno de los miembros más señalados de la denominada Asamblea de Docentes, constituida hace cosa de un año para oponerse a la pretensión del Gobierno Balear de implantar un nuevo modelo educativo basado en la libre combinación de catalán, castellano e inglés como lenguas vehiculares. Sastre, pues, está en el origen del proceso de batasunización del sistema público de enseñanza en Baleares. Lo que equivale a decir que es corresponsable, en primerísimo grado, de las huelgas salvajes, de las coacciones a docentes, alumnos y padres de alumnos y, en general, del caos creado en las aulas de la Comunidad. Y de sus consecuencias educativas, claro. Su última pretensión como integrante del núcleo duro asambleario fue la de conceder un aprobado general político en primaria y secundaria; pero ahí ni las propias bases le siguieron. Y luego vino el ayuno. Total, que sus sufridos alumnos, después de tantas y tan diversas huelgas, apenas habrán tenido docencia este curso.
Pero ese hombre que aspira a morirse en catalán y, según confiesa, a «estudiar en catalán» y a «amar en catalán»; en una palabra, que aspira a «vivir en catalán» antes de morir y «ser enterrado» de esta suerte, ese hombre tiene un pasado. Y no uno cualquiera. Sastre fue el fundador, hará pronto dos décadas, del llamado Lobby per la Independència, verdadero exponente del pensamiento más xenófobo que han conocido estas islas. En la página web del Lobby, a los «forasters» —léase madrileños, castellanos, españoles, inmigrantes, etc.— no sólo se los moteja de fachas, sino que se les anima incluso a surcar el Mediterráneo en un barco de rejilla. Y no vayan a creer que eso convierte al personaje en alguien marginal. ¡Ca! Para que se hagan una idea, Sastre ha sido, entre otras muchas cosas, el biógrafo autorizado del corrupto expresidente popular Gabriel Cañellas y uno de los principales palmeros de la archicorrupta Maria Antònia Munar, a la que llegó a organizar una concentración de desagravio a las puertas mismas de la prisión.
Aunque tal vez el lector se esté preguntando, a estas alturas del artículo, por qué ese hombre, siendo mallorquín —y Dios sabe lo que les gusta a los mallorquines comer—, emprendió una huelga de hambre. Pues, aunque parezca mentira, para exigir al presidente José Ramón Bauzá diálogo. Diálogo con la susodicha Asamblea de Docentes, claro, con cuyos representantes la Consejería de Educación del Gobierno que preside Bauzá se había reunido ya un montón de veces sin resultado alguno por el empecinamiento de los asamblearios en no ceder ni un palmo en sus exigencias. Pero eso poco contaba. Una vez quemado el cartucho del aprobado general, había que encender otro y ese, por obra y gracia de Jaume Sastre, pronto revistió los tintes del martirio. Un profesor resuelto a ofrecer su vida por el catalán. O sea, un funcionario dispuesto a renunciar para siempre a la condición de tal. ¡Ahí es nada! El pasado sábado, en la manifestación barcelonesa de Somescola donde fue leída su proclama sacrificial, muchos manifestantes paseaban su efigie como si de uno de esos inmolados por el Islam se tratara. Y días antes, en un pueblecillo costero de Mallorca, una camisetera —así llaman por aquí a las docentes de la Asamblea que no se quitan la camiseta verde ni en la ducha— abordó al presidente Bauzá en plena calle para pedirle diálogo y compasión. Porque el culpable de todo, sobra añadirlo, es el presidente Bauzá, que no hace nada para remediar ese estado de cosas.
Yo no sé, francamente, si Jaume Sastre conseguirá morirse en catalán. Entre otros motivos, porque no alcanzo a figurarme en qué puede consistir semejante forma de morirse. De lo que no me cabe, en cambio, la menor duda es de que algún día va a dejar este mundo. Como yo, como usted, como el de más allá. Y a mí al menos, qué quieren que les diga, cuando llegue la hora, lo último que deseo es que me vengan con lenguas.
(Crónica Global)