(ABC, 28 de junio de 2014)
Hace ya algunos años que dejé la universidad. Después de haber vuelto. Dudo mucho que en adelante vaya a reengancharme de nuevo. La edad, por supuesto. Pero también la universidad. El año pasado colaboré gustoso, junto a Álvaro Delgado-Gal, en el libro ideado e impulsado por Jesús Hernández, «La universidad cercada» (Anagrama). En él, cerca de una veintena de docentes con el común denominador de haber dedicado casi toda su vida a la enseñanza superior dejaban testimonio de su naufragio. Del de esa enseñanza superior y del suyo propio en tanto que «partie prenante». Algunos incluso habían abandonado el barco antes de tiempo. Para qué seguir, si eso se va a pique. Claro que no todo el mundo es de la misma opinión. Y hasta se da el caso, singularísimo, de quien regresa a la universidad después de más de tres décadas de ausencia. Alfredo Pérez Rubalcaba, en efecto. Según ha manifestado, en septiembre, tras dejar la política, se reincorporará a su puesto de profesor de Química Orgánica de la Complutense —esa universidad cuyo rector acaba de pedir un préstamo de 8 millones para pagar las nóminas—. Eso sí, al parecer no impartirá clases hasta el segundo cuatrimestre del próximo curso, lo que le permitirá reciclarse. 33 años de organicismo político son muchos años. De todos modos, Rubalcaba cuenta con una indiscutible ventaja respecto a cualquier otro que estuviera en su situación. Lo que se va a encontrar en febrero de 2015 en las aulas de la Complutense no será sino obra suya, fruto de sus propias entrañas políticas. Estudiantes modelados en la horma de la LOE —reencarnación de aquella LOGSE que él mismo contribuyó a alumbrar desde las bambalinas del Ministerio de Educación— y desaguados en una universidad pública cuya matriz no es otra que aquella LRU de sus primeros tiempos como jefe de gabinete del ministro Maravall. En otras palabras: el químico podrá comprobar in situ —más allá de las cifras de todos conocidas, que colocan a España en el sumidero educativo de los países económicamente desarrollados— los efectos de su experimento. Y entonces acaso empiece a lamentar haber dejado la política.
(ABC, 28 de junio de 2014)
(ABC, 28 de junio de 2014)