Carme Chacón existe. Como Teruel más o menos, pero en Miami. Y, para demostrarlo, esta semana ha publicado un artículo en el «Herald» del lugar con un título esclarecedor: «Cataluña debería seguir siendo parte de España». Y digo esclarecedor porque siempre es bueno saber que la catalana aspirante a suceder a Rubalcaba como candidata a presidir algún día España cree —o, mejor dicho, continúa creyendo, pues no es la primera vez que lo afirma— que España debe seguir incluyendo a Cataluña. En la pieza Chacón también ha insistido en el mantra del federalismo como solución al llamado problema catalán. Hasta aquí nada nuevo. Pero ha dicho algo más: ha dicho que España —entiéndase el Gobierno— «necesita promover una política premeditada de afecto recíproco, de emociones compartidas entre catalanes y el resto del país». Yo no sé muy bien cómo puede un gobierno, el que sea, promover algo semejante. Cuando yo era joven, había en televisión un programa llamado «Amor a primera vista» en el que uno entraba huérfano de pareja y salía como mínimo con un plan. Pero eso pasaba en aquella caja maravillosa y no afectaba más que a seis ciudadanos por semana. Lo que ahora plantea la candidata es un acoplamiento mucho más complejo, aunque sólo sea por el número de parejas que habría que ensamblar. Además, o mucho me equivoco o esa demanda de afecto y de emociones compartidas va sobre todo en un sentido. Se trata de querer a los catalanes —por eso Chacón le pide el esfuerzo al Gobierno de España y no al de Cataluña—; hay que ponerse en su piel, hacerse cargo de su sentir, de sus problemas, de sus frustraciones, empatizar con ellos, como suele decirse ahora. Seguro que la candidata echa en falta en el comportamiento del Gobierno de España una dosis considerable de inteligencia emocional. Pero, aun así, insisto, no se me ocurre cómo puede acometerse una empresa de este calibre.
En fin, sí se me ocurre. Bastaría con mantener una presencia del Estado en Cataluña, en el ámbito educativo y comunicativo, que sirviera para transmitir la existencia de una lengua, una historia y una cultura comunes a toda España. Pero me temo que ya es demasiado tarde para intentarlo.
(ABC, 28 de febrero de 2014)