Aprovechando el parón informativo de estas fiestas siempre entrañables que ya tocan afortunadamente a su fin, el PPC —léase el PP catalán— ha propuesto una suerte de frente amplio —con UDC, PSC y Ciutadans— contra los partidos que en un grado u otro han abrazado el soberanismo. No es la primera vez, sólo que en esta ocasión lo ha denominado, y eso sí es novedad, «mesa social». Según algunos cronistas, esa incidencia en lo social tiene que ver no sólo con la denuncia de la parálisis y el desgobierno a que está sometida Cataluña desde el inicio de la legislatura, sino también con la aparición de Podemos en el tablero electoral. Sea como fuere, el portavoz del PPC en el Parlamento autonómico, Enric Millo, se ha apresurado a afirmar que su intención no es promover ninguna alianza preelectoral, ni siquiera en el orden programático, con esos partidos, porque eso «sería situarse en las tesis independentistas». Hombre, en la forma, sin duda. Pero no más. Y es que no es lo mismo promover una lista única —CIU— o un punto común en el programa electoral de cada partido —ERC— con vistas a romper el orden constitucional, que hacer lo propio para defender el Estado de derecho y exigir a las fuerzas políticas que vayan a formar gobierno tras las elecciones que gobiernen para el conjunto de los ciudadanos, o sea, atiendan a sus necesidades más perentorias. No sé en qué va a consistir esa «mesa social» anunciada por Millo, aunque mucho me temo que no pase de la categoría de anuncio. PPC, UDC, PSC y Ciutadans tienen propuestas sociales harto distintas en sus respectivos programas. Pero en algo coinciden o deberían coincidir: en la defensa de nuestra ciudadanía compartida. Eso sí vale una mesa. Y con cuantas más patas, mejor.