La política catalana continúa girando, por desgracia, en torno a un solo juguete, el ensueño independentista y las posibles elecciones anticipadas que deberían servirle de trampolín. Es verdad que el entusiasmo otoñal se ha enfriado y que la proximidad de las municipales —donde CIU y ERC tanto tienen que perder y tanto que ganar, respectivamente— ha resquebrajado en buena medida esos dos años de extraña unión entre un partido que debía gobernar y no lo ha hecho, y uno que debía ejercer la oposición y no la ha ejercido. Pero, aun así, la hipótesis de un acuerdo entre ambas fuerzas para adelantar las autonómicas y darles carácter plebiscitario o semiplebiscitario no se ha desvanecido del todo. Lo más probable es que los líderes de una y otra formación apuren todavía durante una semana o diez días las conversaciones en busca de un acuerdo. En cualquier caso, lo que ya parece descartado es aquella «lista de país» plagada de vedettes y de coristas del independentismo que iba a contar con el férreo apoyo de CIU y ERC y con la que soñaba Artur Mas. El último movimiento del presidente de la Generalitat ha consistido en aceptar la propuesta de Oriol Junqueras de concurrir en listas separadas con una suerte de miniprograma común vinculado, cómo no, a la «transición nacional». Pero, a cambio, le ha pedido a Junqueras que se comprometa a cederle las vedettes y las coristas, a lo que el republicano, claro, se ha negado.

En todo caso, y al margen de cuál acabe siendo el desenlace de tan tedioso culebrón, lo significativo es el papel que desempeñan en él las organizaciones de agit-prop, esto es, ANC y Òmnium —y, hasta cierto punto, AMI, la Asociación de Municipios por la Independencia—. Porque de ellas depende ya el curso de la política catalana. Son las huestes de Forcadell y Casals quienes, en definitiva, condicionan los pactos. En otras palabras: ni Mas ni Junqueras pintan nada sin esas forces de frappe a las que han estado cebando durante años para que saquen, de tarde en tarde, miles de ciudadanos uniformados a la calle. Así las cosas, es natural que el candidato de ERC no renuncie a adornar su lista con alguno de esos nombres, y más teniendo en cuenta que la intención de su compadre de CIU y, sin embargo, rival es embellecer la suya con cuantos más mejor. Hasta ahí podíamos llegar, debe decirse Junqueras. Y es que, si bien se mira, la mayoría de esas estrellas del soberanismo han estado siempre mucho más cerca de ERC —donde incluso han militado, como Forcadell— que del partido fundado por el otrora venerado Jordi Pujol. Y si en la orilla independentista parece difícil el acuerdo, en la otra lo que podría tal vez enmendarse es el desacuerdo. Me refiero, en concreto, al desacuerdo entre UPyD y Ciutadans. La noticia se publicó aquí mismo durante este interregno navideño: «UPyD ofrece a C’s una coalición electoral de cara a las municipales en Cataluña», y a día de hoy, que yo sepa, nadie la ha desmentido. Habrá, pues, que darla por buena. Otra cosa es si semejante iniciativa ha sido tomada con conocimiento de la dirección de la propia UPyD y, por supuesto, si ha sido recibida con simpatía por los destinatarios de la oferta, lo mismo en las alturas que en las bajuras. En todo caso, ha sido hecha por Miguel del Amo, coordinador del partido en Cataluña, o sea, por alguien que algún peso debe de tener en la casa. En mi último artículo hablaba de los efectos electorales que la división entre UPyD y Ciutadans tendría sin duda en la política balear y abogaba por que los segundos, que aún no disponen de estructura ni representación en la Comunidad, una vez constituidos optasen por no concurrir a los comicios de mayo. Como es natural, mejor sería una fórmula como la enunciada por Del Amo en Cataluña, esto es, un acuerdo de coalición. Y mejor sería aún que el acuerdo hubiera cuajado en toda España. Pero, ya que estamos donde estamos y algunas agrupaciones territoriales, al menos, siguen insistiendo en la necesidad del acuerdo, no seré yo quien se haga de rogar para sumarse ya desde ahora a la propuesta.

(Crónica Global)

Acuerdos y desacuerdos

    7 de enero de 2015