(ABC, 31 de enero de 2015)
Un estudio de la OCDE realizado a partir de los datos del Informe PISA de 2012 indica que España es el quinto país entre los económicamente desarrollados en el que más deberes tienen los jóvenes. Deberes, claro, escolares, de esos que los maestros y profesores ponen a sus discentes para que apuntalen por su cuenta lo que se supone que han estado trabajando durante el resto del día o de la semana en clase. Ese quinto puesto sobre 38 posibles podría parecer un buen puesto. No lo es. Y no lo es a juzgar por el resto de la clasificación, en la que los países con mejores resultados académicos según PISA, Corea del Sur y Finlandia, ocupan los puestos penúltimo y último, respectivamente. Y también porque las asociaciones de padres, ese poder fáctico y creciente, también se quejan. De nada sirve indicar que ese cómputo español —6,5 horas semanales, cuando la media de la OCDE es de 4,9— era todavía peor hace diez años —7,4—. O añadir que esa reducción de la carga casera se da igualmente, en mayor o menor grado, en casi todos los países analizados. Que constituye una tendencia, vaya. No, de nada sirven esos paliativos. Para los pedagogos y los padres presuntamente comprometidos con la enseñanza, el que los jóvenes quinceañeros —pues de estos se trata, al cabo, si de PISA estamos hablamos— dediquen cada día, sin contar el fin de semana, una media de una hora y 20 minutos al estudio en casa les parece excesivo. Tal vez lo sea, no digo que no. En todo caso, dependerá de lo que esos chicos tengan por costumbre hacer de lunes a viernes en sus horas libres: actividades extraescolares, encuentros grupales, socialización digital, consumo televisivo, etc. Y dependerá sobre todo de lo que tengan por costumbre hacer en clase durante el resto del día. De su atención, de su aplicación, de su esfuerzo, de la exigencia requerida por sus profesores y, por supuesto, de la capacidad de estos últimos para inculcarles unos contenidos que vayan algo más allá de la educación en valores. Ah, y los papás, a cumplir también con su deber, que no es otro, en definitiva, que el de educar a sus hijos sin entrometerse en las particularidades de su instrucción.
(ABC, 31 de enero de 2015)
(ABC, 31 de enero de 2015)