Como pueden figurarse, celebro que la prensa catalana se haya comportado de forma más o menos análoga a la del resto de España en lo que a la matanza de París se refiere. En otras palabras, celebro que haya sido, al menos en los papeles editados el 8 de enero de 2015, prensa española, o prensa a secas. Hasta comprendo que, lejos de su natural contención cuando lo que se cuece no es la patria catalana, esa prensa se haya dejado arrastrar por el empático y manido «todos somos» —en este caso, «Charlie»—: al fin y al cabo, no sólo se trataba de doce ciudadanos vilmente asesinados, sino que el atentado contra el semanario satírico constituía un ataque a un derecho fundamental, la libertad de expresión, esencia del propio oficio. Y, puestos a celebrar, no negaré que también me ha complacido el ver que, dentro de esa prensa catalana, la que mayor entrega y compromiso ha evidenciado ha sido justamente la más independentista —si es que todavía pueden establecerse distinciones de esta índole—. Ahora bien, lo que ya no sé es si atribuir semejante reacción al efecto de la teoría del kilómetro sentimental o a otros factores. París está cerca, sin duda. Para un nacionalista catalán, incluso mucho más cerca que para un español cualquiera. Pero si digo que no sé si atribuirlo al kilómetro de marras es porque hace tres lustros, cuando ETA asesinó al periodista José Luis López de la Calle, el comportamiento de esa prensa catalana, y en particular de la radicalmente catalanista, fue más comedido. Como si Andoain no estuviera en España. O como si Cataluña tampoco formara parte de ella. Por supuesto, se condenó el atentado. Firmemente. Pero no hubo ninguna cordialidad desmedida para con la víctima, ninguna percepción de que estaba en juego algo parecido a lo que este miércoles fue tiroteado en París, esto es, la libertad de expresión, el propio oficio. Tal vez porque una cosa es el integrismo islámico, violento o no, y otra el nacionalismo vasco, violento o no. Baste recordar con qué ahínco esa prensa se opuso, tres años más tarde, a la ilegalización de Batasuna. Como si la cosa fuera con ellos, vaya.

(ABC, 10 de enero de 2015)