El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha celebrado la entrada de Ciudadanos en el Parlamento de Andalucía con estas palabras: «Damos la bienvenida a que haya una nueva derecha, civilizada, pero derecha al fin y al cabo». Son palabras muy reveladoras. Entre otras cosas, porque demuestran hasta qué punto el joven secretario general Sánchez pertenece a la vieja política. Para él la derecha es barbarie, barbarie pura y dura. Por eso sólo es digna de recibir la bienvenida aquella que ha sido sometida a un proceso civilizatorio. ¿Y aquí quién civiliza?, se preguntarán. Pues la izquierda, claro. Una izquierda que no precisa de adjetivos edulcorantes ni de liftings radicales para andar por el mundo. Al contrario de lo que ocurre con la derecha, no hay izquierda civilizada ni izquierda ilustrada. Sólo izquierda. Y, por supuesto, no hay tampoco, a sus ojos, extrema izquierda ni izquierda extrema. Todos esos matices son propios de la derecha, y es la izquierda, desde su congénita superioridad moral, la que los otorga y los administra.

Así pues, la gente de Ciudadanos debe dar gracias al cielo por haber sido ungida con ese «civilizada». Para la izquierda son derecha, qué le vamos a hacer, pero, por suerte, parece que pillaron a tiempo el tren de la civilización. Yo, que tomé parte hace ya una década en la gestación de la criatura, me acuerdo aún de aquellos largos debates en los que algunos tratábamos de superar la clásica dicotomía entre derecha e izquierda apelando a la razón. O sea a la ilustración. Y puede que, inconscientemente también, a la civilización. No sé si lo logramos. Pero ahora, vencidos ya diez años, quisiera creer que ese «civilizada» de Sánchez no es sólo el clásico latiguillo de la vieja política, sino un valor firmemente asentado entre los atributos de un partido al que ya nadie se atreve a ningunear.

Civilizados, sí

    25 de marzo de 2015