Y luego hoy, por otra parte, tiene lugar en Madrid un Consejo Político extraordinario de UPyD. Su carácter extraordinario viene dado por las declaraciones de algunos de sus dirigentes, que han exigido un cambio de rumbo tras el batacazo andaluz, cambio que conllevaría, entre otras medidas, el arrinconamiento de Rosa Díez y sus fieles. Y aquí también, aun cuando lo que se ventila, en último término, sea el futuro mismo de la formación, a nadie se le escapa que el verdadero protagonismo corresponde a Ciudadanos. De no haber sido por el partido de Rivera, por sus propuestas de colaboración rechazadas de forma reiterada por Díez, y, sobre todo, por su reciente expansión a lo largo de la geografía española, difícilmente las cosas, para UPyD, hubieran alcanzado este punto. Lo que no significa, claro, que Díez y quienes le secundan o le secundaban —véase el caso de la ahora díscola Irene Lozano y su artículo del pasado agosto contra Sosa Wagner— no tengan gran parte de culpa. Pero sus actos han estado siempre marcados por el orgullo de ser lo que son y no lo que es Ciudadanos. O sea, por el desprecio del otro. Incluso cuando sentían ya su aliento. Incluso cuando las urnas les barrían del mapa electoral andaluz y quién sabe si de cualquier tipo de mapa. Incluso, me temo, cuando esta noche en Madrid den las doce.
(ABC, 28 de marzo de 2015)