Pues bien, creo que ya va siendo hora de que, entre las medidas regeneradoras propuestas por determinados partidos en sus programas, figure la de inhabilitar a todo dirigente político, esto es, a todo teórico servidor de lo público que contravenga con sus actos —en los que se incluyen, por supuesto, los actos de habla— el sentido de las distintas citas electorales que se celebran en España. ¿O acaso no prevarica un político en ejercicio cuando falta a sus obligaciones a sabiendas?
Que Artur Mas y Oriol Junqueras recorren un mismo camino está fuera de toda duda. Es posible que ya no vayan de la mano como antes, dado que uno y otro aspiran ahora a encabezar la marcha, pero es evidente que comparten objetivo. Y estrategia. Esa estrategia pasa, en ambos casos, por convertir las elecciones municipales del 24 de mayo en un entrante de las autonómicas del 27 de septiembre. O sea, en unas primarias de unas secundarias que no van a ser en modo alguno autonómicas, sino plebiscitarias. Se trata, sobra precisarlo, de un fraude a los ciudadanos. De un doble fraude. La perversión del sentido del voto queda perfectamente explicitada en esta frase sabatina de Mas: «Si fallamos el 24 de mayo, en las elecciones municipales, debilitamos una estructura de país fundamental que son los ayuntamientos, estructura de país y estructura de Estado». Y en esta otra, dominical, de Junqueras: «El 27-S será nuestro referéndum, y el 24-M la primera vuelta en la que nos jugamos tener nuevos consistorios (…) que ayuden a hacer realidad el resultado del referéndum del 27-S».
Pues bien, creo que ya va siendo hora de que, entre las medidas regeneradoras propuestas por determinados partidos en sus programas, figure la de inhabilitar a todo dirigente político, esto es, a todo teórico servidor de lo público que contravenga con sus actos —en los que se incluyen, por supuesto, los actos de habla— el sentido de las distintas citas electorales que se celebran en España. ¿O acaso no prevarica un político en ejercicio cuando falta a sus obligaciones a sabiendas?
Pues bien, creo que ya va siendo hora de que, entre las medidas regeneradoras propuestas por determinados partidos en sus programas, figure la de inhabilitar a todo dirigente político, esto es, a todo teórico servidor de lo público que contravenga con sus actos —en los que se incluyen, por supuesto, los actos de habla— el sentido de las distintas citas electorales que se celebran en España. ¿O acaso no prevarica un político en ejercicio cuando falta a sus obligaciones a sabiendas?