(ABC, 28 de febrero de 2015)
Si uno repasa lo que ha dado de sí esta semana en lo que a Cataluña se refiere puede llegar fácilmente a la conclusión de que los catalanes tienen —y han tenido durante décadas— encomendada su suerte política a una pandilla de rufianes. Les recuerdo los hechos. El lunes, tres miembros de la familia Pujol —patriarca, consorte y primogénito— acudían al Parlamento autonómico para burlarse de sus señorías y de lo que representan en una comisión de investigación creada, diríase, a tal efecto. El miércoles, el Tribunal Constitucional anulaba en lo esencial la ley de consultas aprobada hace cinco meses por el independentismo gobernante, así como el decreto mismo de convocatoria del 9-N, y advertía de la ilegalidad de futuras consultas de este jaez. Y el jueves, en fin, al tiempo que el juez Santiago Vidal era suspendido tres años de sus funciones por elaborar una Constitución catalana habiendo jurado, en tanto que magistrado, la española, el Consejo de Garantías Estatutarias —el mismo que había dado por buena la ley de consultas ahora seriamente mermada por el Constitucional— dictaminaba que cinco de las enmiendas introducidas en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos de la Generalitat —a instancias de ERC y con vistas a ir construyendo las famosas «estructuras de Estado»— eran o bien antiestatutarias o bien anticonstitucionales. Este es el panorama político catalán a falta de que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad decida imputar o no imputar al presidente Mas, la vicepresidenta Ortega y la consejera Rigau por su responsabilidad en la urdimbre y ejecución de la fantochada consultiva del 9-N: el de un país quebrado institucionalmente, en el que la ilegalidad es moneda común. Con la particularidad, bien conocida, de que los propios malhechores son los primeros en vanagloriarse de sus gestas. ¿Hasta cuándo? Chi lo sa. Un año electoral supone siempre, hasta cierto punto, un respiro, por aquello de que cada cual debe mirar, ante todo, para sí. Sin embargo, Artur Mas, como si de un ciclista se tratara, no tiene más remedio que seguir pedaleando para evitar la caída. Y ahí está el problema.
(ABC, 28 de febrero de 2015)
(ABC, 28 de febrero de 2015)