(ABC, 21 de febrero de 2015)
El pasado jueves coincidieron en Barcelona dos actos, uno del Círculo Ecuestre y otro del candidato del PP a la alcaldía, Alberto Fernández Díaz, que algunos medios han creído oportuno vincular por la sencilla razón de que lo mismo el presidente del Círculo, Borja García-Nieto, que el político popular reclamaron en sus intervenciones —la del primero, en presencia del propio alcalde— que la ciudad deje de ser lo que es y vuelva a ser lo que fue. Asunto complejo, sin duda. Para volver a ser lo que fue habría que desandar lo andado en los últimos veinte años por lo menos, y no parece que semejante propósito sea factible. ¿Qué era Barcelona en aquel entonces? Pues una suerte de contrapeso a la rancia mezquindad del nacionalismo: un espacio de libertad, una ciudad abierta al mundo, moderna, con personalidad; y, por supuesto, tan catalana como española. Hoy Barcelona es una ciudad precintada por el independentismo, un mero apéndice de los intereses del Gobierno de la Generalitat y sus entidades satélite. Y no sólo eso. Esa entrega y esa renuncia de los actuales gestores municipales, esa guardia baja que les caracteriza, se extienden asimismo a otros campos. Por ejemplo, al de la lucha contra los movimientos antisistema. También este jueves el Ayuntamiento trató de precintar Can Vies, allí donde el alcalde perdió, en mayo de 2014, lo que le quedaba de autoridad. Y digo trató, porque el precinto —puesto por la Guardia Urbana para parar unas obras realizadas desde hace meses sin licencia alguna— fue retirado por los «okupas», que salieron en bandada a las calles del barrio y hasta se tomaron la libertad de precintar, en respuesta a la acción gubernativa, la propia sede del distrito. Esta es la ciudad de la que los barceloneses disfrutan —un decir— a día de hoy, aquella cuyo alcalde presume de tener ya a punto las estructuras de Estado con que sueña despierto el presidente de la Generalitat. Si en las próximas elecciones del mes de mayo nuestro señor el voto obrara el milagro de conformar una mayoría no nacionalista, la tarea de depuración sería ímproba. Como la de Sísifo, tal vez. Pero habría que acometerla, no quedaría otra.
(ABC, 21 de febrero de 2015)
(ABC, 21 de febrero de 2015)