(ABC, 27 de septiembre de 2014)
Leo en Crónica Global la información de Alejandro Tercero sobre ese libro de Lengua i Literatura de 3º de ESO de la Editorial Casals en el que se instruye a los catorceañeros catalanes acerca de las maldades del bilingüismo. Y, en concreto, del llamado «bilingüismo social», que no es, como cabría suponer, el existente en el seno de una sociedad cualquiera donde se hablan dos lenguas, sino el que se da en una sociedad donde «conviven la lengua propia y otra forastera». Y es que toda sociedad de esas características posee, según el manual, una lengua propia y otra que no llega a tanto. ¿Verbigracia? Cataluña, claro. Pero hay más, porque esa lengua que no llega a tanto no ha caído del cielo. Atiendan a lo que dice el libro en cuanto a su origen, como seguro que atienden esos chavales a los el libro que va destinado: en Cataluña «a la lengua propia, se ha añadido otra (por migraciones, imposición militar…)». No es de extrañar que algunos padres se hayan sentido ofendidos e indignados. La palabra «migración» remite a pobreza, y hoy en día casi casi a patera. En cuanto a la «imposición militar», qué les voy a contar. Pero a mí, la verdad, lo que más me ofendería del texto si fuera el padre de alguno de esos jóvenes —y lo que más me ofende, sobra indicarlo, como simple ciudadano— no es ni lo uno ni lo otro. Son los puntos suspensivos. O sea, la sospecha de que esa lengua que no llega a tanto puede haber advenido por causas mucho más ignominiosas incluso que las citadas, por causas que el lector, esto es, el catorceañero al que va destinado el libro, ya conoce, lo que le permitirá sin duda rellenar sin grandes dificultades —y, si no, ahí está el maestro para echarle una mano— los puntos suspensivos. Así se ha construido la Cataluña actual. Diseminando el odio hacia el otro, hacia el que no es propio porque tampoco lo es su lengua, hacia el que no llega a tanto porque tampoco su lengua le alcanza. Y se ha construido, sobre todo, a base de puntos suspensivos. En el país del «tu ja m’entens», cualquier sobreentendido es una certeza, cualquier suposición un hecho.
(ABC, 27 de septiembre de 2014)
(ABC, 27 de septiembre de 2014)