(ABC, 20 de septiembre de 2014)
Ganó el «no». La primera obligación de todo demócrata, pues, es felicitarse por el desenlace. Pero, una vez satisfecha la expansión, hay que preguntarse enseguida de qué ha servido el referéndum. De qué ha servido a los escoceses, de qué ha servido al conjunto de los británicos y de qué ha servido, en fin, a los europeos, entre los que nos contamos, hasta nueva orden, los españoles. A los escoceses y a los británicos les habrá servido de más bien poco. Una batalla civil como la que ha tenido lugar en aquella tierra no deja sino fracturas. Económicas, sociales, afectivas. Un jarrón roto. Recomponerlo pieza a pieza va a costar lo suyo, e, incluso con el más perfecto de los sellados, las grietas serán siempre visibles. Pero lo vivido en Escocia y en todo el Reino Unido tal vez sirva a Europa, a la idea de Europa. Aunque sólo sea para comprobar hasta qué punto ciertos anhelos sentimentales, en apariencia inocuos, llevan incorporados una amenaza para la convivencia. La cantautora Annie Lennox, partidaria del «sí», llegó a declarar que con el referéndum existía «una oportunidad para algo innovador y visionario». O sea, una oportunidad para algo que no estaba siquiera en el campo de la realidad, en el terreno de los hechos, en el dominio de la razón. Una quimera, en una palabra. ¡Y cuántos en Escocia se habrán movido, al cabo, por ensoñaciones parecidas! La idea de Europa es todo menos una quimera. Nada hay más apegado a la historia y a sus ingratas enseñanzas que el proceso de construcción europea del que los españoles, felizmente, somos arte y parte. Nada hay más realista, más antiquimérico. La división de Europa marcó la primera mitad de nuestro siglo XX. Y la marcó a sangre y fuego. Desde entonces todo ha sido recomponer el jarrón, favoreciendo el entendimiento, la integración, la unión. Las grietas no han desaparecido del todo, es cierto. Pero con el paso del tiempo van confundiéndose ya con la propia rugosidad de la superficie. Sólo hubiera faltado que algo visionario lo echara ahora a perder. Sólo hubiera faltado y sólo faltaría, claro.
(ABC, 20 de septiembre de 2014)
(ABC, 20 de septiembre de 2014)