A veces hay noticias que me llenan de ilusión. Esta del rector José Carrillo y el profesor Pablo Iglesias, por ejemplo. Iglesias, como saben, es un flamante eurodiputado. Pero, antes de eso, era profesor titular interino de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense. Ese interinado concluyó el pasado 1 de julio y, como es natural, Iglesias no va a renovarlo. Lo que no significa que vaya a dejar de dar clases. Y es que su rector en la Complu, el rector Carrillo, tiene previsto ofrecerle un puesto de profesor honorífico. Se ve que Carrillo no concibe su Universidad —esa que ha tenido que pedir un anticipo al Gobierno de la Comunidad para pagar las nóminas y en la que algunos profesores se lucraban con cadáveres— sin un Iglesias aleccionando a los chavales. Supongo que está en su derecho. Si bien se mira, la tan cacareada autonomía universitaria —y a las múltiples pruebas me remito— no es otra cosa que un predio regido por el amiguismo y la endogamia. Pero ello no debería llevar a que los demás interinos que se han quedado sin contrato, no pueden ya aspirar a una titularidad y no han salido elegidos eurodiputados renuncien a seguir los pasos de Iglesias. Yo, por ejemplo. O algún buen amigo. La universidad decidió prescindir un día de nuestros servicios y, dado que no éramos titulares de plaza, no ha habido forma de reengancharnos. Es verdad que no contábamos con las simpatías rectorales. Ni siquiera con las departamentales. Pero entre los estudiantes teníamos, como Iglesias, fieles seguidores. E incluso algún admirador. ¿No sirve para el caso? Si él puede, los demás también podemos, ¿no? Eso sí, a nosotros deberían pagarnos, aunque fuera poco. Al fin y al cabo, no somos eurodiputados.