Parece que Jordi Pujol tiene pensado abandonar España. Y parece que uno de los destinos más probables de esta fuga es Alemania. Se comprende. Pujol se educó en el Colegio Alemán de Barcelona, por lo que habla alemán a la perfección —o eso dicen, que tras lo del comunicado del viernes uno ya no puede fiarse de nada—, y además posee contactos en aquel país, labrados a lo largo de su carrera política. Y, por si no bastara con lo anterior, cuenta con la presencia del bávaro Guardiola, otro gran patriota. De todos modos, debo confesar que a mí eso de Alemania, de confirmarse, me deja algo frío. Yo lo veía más bien en Acapulco, tostado de cabo a cabo y con la camisa desabrochada hasta el cuarto botón, como aquel empresario socio de su hijo. O en Ginebra, cerca de Urdangarín y señora, departiendo sobre lo divino y lo humano, esto es, sobre los paraísos fiscales y los infiernos procesales. O en Andorra incluso, haciendo el maquis y esperando la hora de regresar a la patria limpio ya de toda sospecha.

Hará cosa de un par de décadas, las autoridades o los comerciantes del Principado —para el caso es lo mismo— pusieron en marcha una campaña llamada «Andorra, l’escapada» cuyo objetivo no era otro que el de invitar a sus vecinos catalanes a cruzar la frontera. Ignoro cómo lo vivió entonces Jordi Pujol, si con esa risita de conejo tan catalana o, por el contrario, con cierta congoja y arrepentimiento ante la estafa cometida. En cualquier caso, entonces no tenía que huir. Ahora sí. Y es de desear que ese periplo que al parecer le va a llevar a Alemania no sea sólo la escapada, sino también la escapada definitiva.

Alemania, la escapada

    28 de julio de 2014