(ABC, 17 de mayo de 2014)
O de menos, estaría uno tentado de añadir, aunque sólo fuera para recordar que todo tiene, por suerte, un final y la Presidencia de Artur Mas no va a constituir una excepción. Pero, olvidándonos ya del juego de palabras, lo cierto es que anteayer el presidente de la Generalitat habló en la Cadena Ser y dijo algunas cosas novedosas. No tanto en el fondo —su anuncio, ya conocido, de convertir en plebiscitarias unas futuras elecciones autonómicas en caso de que se le vayan cerrando todas las puertas legales, lo que sin duda va a suceder— como en las formas. O en la forma de apuntalar ese fondo. Por un lado, Mas no contrapuso Cataluña y España, como si de dos sujetos políticos independientes se tratara, sino que habló del conflicto entre Cataluña y el Estado, una fórmula más suave, aun cuando el término «Estado», para el nacionalismo y la izquierda catalanes, sea el recambio predilecto del ominoso «España». Es más, en un alarde de lo que los pedagogos no dudarían en calificar de inclusividad o comprensividad, hasta se refirió, ahí es nada, «a la relación entre Cataluña y el resto de España». Eso por un lado. Por otro, el presidente de la Generalitat tuvo mucho interés en recalcar que su consulta era como una especie de cierre —se entiende, claro, que lo serían su consulta y lo que viniera después, esto es, que estaríamos no ante un cierre definitivo, sino ante uno por etapas—. Y no porque no hubiera habido ya otros cierres en el pasado; los había habido, pero habían sido, precisó, «en falso». Y citó dos: el del 78 y el de la Segunda República. Sobre el primero, en un razonamiento de una circularidad sorprendente —y como si él y los suyos nada tuvieran que ver en ello—, arguyó que el motivo del cierre en falso estaba en que seguíamos en lo mismo. Y respecto al segundo no dijo nada. Quizá pensara en la guerra civil, que liquidó sin contemplaciones el Estatuto del 32. Pero también podría suceder que lo que llevara en la cabeza fuera el fracasado golpe de Estado del 6 de octubre del 34. Aquello sí fue un cierre en falso. Del que no hubo otro culpable, por cierto, que el nacionalismo catalán. Como ahora, poco más o menos.
(ABC, 17 de mayo de 2014)
(ABC, 17 de mayo de 2014)