Este periódico lo ejemplificaba ayer en una doble página: por un lado, «Los asuntos que afectan a los ciudadanos…», o sea, los que se supone que centran o deberían centrar el debate —inmigración, desempleo, envejecimiento, arquitectura económica, movimientos eurófobos, etc—; por otro, «… mientras los políticos hablan de machismo», o sea, lo que ha estado ocurriendo en España —y, en parte, también en Europa— desde aquel debate lamentable. Por suerte, la campaña ya ha terminado. Y es que a lo anterior se ha sumado esa costumbre consistente en dividirlo todo en 17 porciones, como si España fuera una caja de El Caserío, de la que les hablaba aquí mismo no hace mucho. Así, los partidos no sólo especulan sobre sus resultados en la Península, olvidando por completo la proyección en el ámbito de la Unión, sino que encima lo hacen por comunidades. Y los medios no les andan a la zaga. Que si el PSC va a perder la mitad de sus votos en Cataluña, que si el PSOE va a ganar en Andalucía, que si el PP va a perder su mayoría en al Comunidad Valenciana. ¿Qué demonios tiene que ver eso con Europa? Y luego los debates-quesito, como el de anteayer en Cataluña, donde ocurre otro tanto y donde uno puede escuchar a todo un catedrático de universidad —aunque sea de la de Gerona— proclamar que el «proceso soberanista es del pueblo, guste o no guste», y que ellos, los políticos, se limitan a acompañarlo. Claro que ese mismo catedrático ya afirmó hace años que los derechos del pueblo son previos a la democracia.
En todo caso, la campaña sí nos ha dejado un aviso en forma de incidentes. Por más que los nacionalistas quieran verlos repartidos, esos incidentes suelen tener como víctimas instituciones, partidos y representantes políticos contrarios al llamado «proceso soberanista», con especial incidencia en quienes encarnan, directa o indirectamente, al Estado. Y es sólo un aperitivo. De aquí al 9 de noviembre, como mínimo, ese pueblo al que los políticos no pueden sino acompañar seguirá manifestándose aquí y allá, con buenos y con malos modales. Confiemos en que la frustración ante la anulación de la convocatoria consultiva no haga de los primeros una excepción.
ABC, 24 de mayo de 2014.