Con la vuelta de CIU a la Generalitat y su posterior acceso al gobierno de la ciudad, la mano tendida del tripartito se volvió puño de hierro. Pero las cosas no mejoraron. No diré que la gestión de los consejeros de Interior Puig i Espadaler haya hecho buena la de sus antecesores Tura y Saura —hay cosas manifiestamente imposibles—, pero sí es cierto que no hemos salido del barrizal, como demuestran la reciente dimisión del máximo responsable de la policía autonómica y, por supuesto, las revueltas del barrio de Sants. Es más, el carácter extremadamente violento de los disturbios y la aparición del líder de la CUP, David Fernàndez, como mediador y chantajista a un tiempo, recuerdan demasiado a la «kale borroka» vasca y a la figura del hoy preso Arnaldo Otegi, respectivamente. Incluso esa Convergència desbordada por los acontecimientos, sin otra hoja de ruta que la que mueve el viento independentista, recuerda al PNV y a su reiterada impotencia. Tanto es así que ni siquiera las tradicionales apelaciones al pacifismo de los catalanes resultan ya creíbles. Cataluña se está convirtiendo en un nuevo País Vasco. Y, como advertía este jueves Arcadi Espada, nada impide pensar que estemos asistiendo a un ensayo general con vistas al próximo 9 de noviembre.
(ABC, 31 de mayo de 2015)