Esta misma mañana, dentro de nada, va a presentarse en el Colegio de Periodistas de Cataluña
el manifiesto «Sociedad Civil Catalana». O sea, va a presentarse la Sociedad Civil Catalana. La noticia no es una noticia cualquiera. El nacionalismo siempre se ha jactado de ser la representación de la sociedad civil. Nada más falso. El nacionalismo, a través de los múltiples tentáculos de la administración, representa a la sociedad subsidiada, dependiente, abducida; servil, en una palabra. Es decir, justo lo contrario de lo que ha sido siempre una sociedad civil. Entre quienes se han asociado para crear Sociedad Civil Catalana hay gente de derechas, de izquierdas y de centro; gente moderada y gente que no lo es tanto; gente que lleva mucho tiempo en la lucha contra el nacionalismo y gente que apenas acaba de empezar. A todos les une un compromiso: defender la ley y el orden, esto es, la españolidad de Cataluña y la catalanidad de España. No tienen deudas con nadie; son libres. Han surgido en Cataluña y mañana se presentan en Madrid. Ahora sólo falta que ese movimiento civil se extienda al conjunto de España. Porque lo que les ha llevado a dar este paso, a erigirse en verdadera sociedad civil, es, ante todo, un problema de España.
_______________________________
Los socialistas baleares han celebrado sus primarias para designar el candidato a las próximas autonómicas —en versión ampliada, como en Barcelona: o sea, militantes, simpatizantes y ocasionales a dos euros y una rúbrica por barba—. Ha vencido, cómo no, el aparato, o sea,
la actual secretaria general, Francina Armengol. Pero ha vencido mal. Y es que ha ganado en gran medida gracias al campo mallorquín —la llamada
part forana, cautiva del social-nacionalismo— y a los votos de la isla de Ibiza. Aina Calvo, su oponente, se ha impuesto en Menorca, y, sobre todo, en Palma y los principales núcleos urbanos. Si esto fuera el 12 abril de 1931 en vez del 6 de abril de 2014, ya tendríamos a Calvo saludando a la militancia desde el balcón de la sede del partido y a Armengol poniendo rumbo a Argel en un falucho igualitario.