Y es que algunas de las opiniones de Rascón más parecen un remedo de una entrada del «Dictionnaire des idées reçues» de Flaubert que una reflexión sensata y pertinente. Lo que no impide, claro, que puedan extraerse de ellas jugosas enseñanzas. Así, por ejemplo, de la que le sirve para identificar, en una entrevista reciente, cuál es hoy en día el problema de la secundaria: «En muchos institutos, la secundaria se sigue dando como en el siglo XIX, con un profesor que suelta el rollo y dice: “Pasado mañana, examen”».
Difícilmente podrían concentrarse en una frase más tópicos sobre lo que fue la enseñanza. O la educación, que es como su autor se referirá, supongo, a lo que se da en estos pocos institutos en los que no se imparten, según él, las clases como en el siglo XIX. Dejemos a un lado, si les parece, lo del XIX, este siglo maldito del que nada se sabe ni se quiere saber y al que se le suelen colgar todos los sambenitos, y vayamos con el resto de la afirmación. Este modelo antiquísimo que, a juicio de Rascón, constituye el problema de la secundaria, en la medida en que sigue practicándose en muchos institutos, se caracteriza en su boca por dos palabras: «rollo» y «examen». Lo que, vertido a un lenguaje neutro, equivale, respectivamente, a transmisión del conocimiento y a sistema de evaluación. O sea, a invitación al esfuerzo. O sea, a exigencia.
Esto es lo que Rascón no puede consentir. Y, con él, quienes, en las últimas décadas y desde distintas instancias políticas, sindicales y pedagógicas, han llevado la enseñanza española a la ruina. Tanto es así que el propio presidente de la CEAPA, a renglón seguido, no tiene empacho en atribuir los pésimos resultados del informe PISA a las secuelas del modelo decimonónico. Ahí es nada. Claro que, en eso, Rascón cuenta con un ilustre predecesor, presidente también, aunque del Gobierno, que hace un par de años, a raíz el dichoso informe, echó la culpa del fracaso educativo al franquismo. Y se quedó tan pancho.
ABC, 28 de febrero de 2010.