Son los estragos de la memoria. Desde que el presidente Rodríguez Zapatero decidió convertir un trauma personal en un enfrentamiento colectivo, la mayoría de las medidas tomadas, empezando por la llamada «ley de la memoria histórica», han constituido un verdadero sinsentido. Esta semana, por ejemplo, hemos sabido que la Dirección General de la Memoria Democrática dependiente del consejero Saura ha puesto en marcha una serie de homenajes por todo el territorio para «honrar a aquellas personas que lucharon por la democracia y los derechos nacionales de Cataluña». Estupendo. Dejando a un lado qué entenderán esos ex comunistas por democracia y por derechos nacionales —aunque uno no puede por menos que imaginárselo—, lo más significativo de su iniciativa es que en la cuarta de las 24 localidades designadas para acoger los eventos —Badalona— los organizadores convocaron este martes a seis homenajeados fallecidos. Por supuesto, no se presentaron. Y lo peor es que eso mismo puede suceder en los 20 homenajes restantes, ya que la lista por la que se rige el Departamento es la misma.
Pero si esto ha ocurrido en la Cataluña agonizante, en las Baleares no se han quedado cortos. Bien es cierto que en este caso el final ha sido más o menos feliz —lo cual no quita, claro, que podían haberse ahorrado todo el proceso—. Resulta que en Palma de Mallorca existe un monolito enorme dedicado a los héroes del crucero Baleares. Fue erigido en 1948 en recuerdo de las víctimas de un buque de la flota de Franco hundido durante la guerra por un destructor republicano. Un monolito dedicado a las víctimas, pues. Y, por la fecha en que fue construido, con el escudo preconstitucional y una leyenda donde se glorifica a la Marina nacional. Memoria de Mallorca, la variante regional de las asociaciones al uso, lleva años pidiendo que el Ayuntamiento lo derribe. El Ayuntamiento palmesano lleva años pidiendo informes y sin saber qué hacer. Finalmente este lunes se ha decidido. Va a conservar el monolito, del que eliminará el escudo y cuya nueva leyenda, aparte de explicar el sentido del monumento, incorporará una invitación a «no olvidar nunca los horrores de las guerras y de las dictaduras».
Como es natural, la solución ha contentado a todo el mundo. Con una excepción: la presidenta de Memoria de Mallorca. «Preferimos estar muertos en las cunetas, con dignidad, que formar parte del monumento franquista», ha declarado. Y aún hay jueces que les hacen caso.
ABC, 6 de febrero de 2010.