No sé si el día en que se publique este artículo Yulia Timoshenko habrá bajado algo el tono, aunque me temo que no. Lo último que circula sobre el asunto es que la actual primera ministra de Ucrania e icono impecablemente trenzado de la llamada «Revolución Naranja» está dispuesta a impugnar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que la enfrentaron el pasado domingo a Víctor Yanukóvich y en las que cosechó una honrosa y justa derrota. «Nunca reconoceré la legitimidad de la victoria de Yanukóvich», ha asegurado. Veremos hasta dónde llega ese «nunca».

En todo caso, que el candidato derrotado se niegue a reconocer la legitimidad de unos resultados electorales es algo, por desgracia, bastante común. Lo que ya no es tan común es que la máxima expresión de un sistema democrático, o sea, el acto de depositar el voto en la urna, de escoger libremente a quienes van a representarnos, se convierta en un espectáculo donde la frivolidad y el exhibicionismo rivalizan en protagonismo. Así, en esas mismas presidenciales ucranianas, un comando de cuatro aguerridas feministas con las tetas al aire irrumpió, al grito de «¡Basta de violar al país!», en el colegio electoral donde debía votar el candidato Yanukóvich, colegio que se hallaba, como es de suponer, atestado de cámaras. Ignoro si la ostentación de semejantes pecheras tenía algo que ver con el lema de la protesta, si no era más que un señuelo o si respondía, pura y simplemente, a la necesidad de esas jóvenes de exhibirse. Sea como fuere, sus propietarias lograron convertirse en la imagen de la jornada. Pura política, ya se ve.

Pero donde la deriva exhibicionista está alcanzando su mayor nivel es en Colombia. Tal vez conozcan el caso. María Fernanda Valencia, abogada, politóloga y candidata por el Partido de la U —de la U de Uribe— a la Cámara de Representantes, ha prometido aparecer desnuda en una revista si sale elegida. Y todo por una causa noble. Según propia confesión, no dispone de capital suficiente para emprender con éxito una campaña electoral, lo que le obliga a llamar la atención de este modo. Aquí tienen su razonamiento: «El desnudo es el medio para transmitir el mensaje, y el mensaje es que voy a luchar por los derechos de la mujer». Ahora sólo falta saber cuántos ciudadanos van a votar por ella. Y, sobre todo —aunque eso ya se me antoja más difícil—, cuántos lo van a hacer por el medio y cuántos por el mensaje.

¿Que entre nosotros ya existe un precedente? Sí, es cierto. Pero con una diferencia, nada insustancial. Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, se desnudó —hasta cierto punto— en plena campaña, antes del voto. Y aquí sí que el medio era el mensaje.

ABC, 14 de febrero de 2010.

Exhibiciones electorales

    14 de febrero de 2010